[OPINIÓN] Yesenia Álvarez: “Pedro, el Perú y los espíritus turbios”. (Foto: Pedro Suarez-Vértiz / Facebook)
[OPINIÓN] Yesenia Álvarez: “Pedro, el Perú y los espíritus turbios”. (Foto: Pedro Suarez-Vértiz / Facebook)

En el Perú de hoy ni la muerte de un artista puede escapar de la polarización política y mucho menos de la mezquindad de destruir al otro que piensa distinto.

Releyendo estos días a Basadre me encontraba con que destacaba la pulcritud precisamente de un artista, de un poeta, señalando la virtud como un ejemplo que surge pese a ser un país de espíritus turbios. Quizás podríamos discrepar sobre su apreciación del artista, pero con la reacción a la muerte de Pedro Suárez-Vértiz coincido en lo patente que es esa sensación de convivir en el país con espíritus tan mezquinos.

Alguna vez me gustó la música de Pedro, luego analizando algunas letras homofóbicas ya no me simpatizaba, y ni qué hablar de sus posts polémicos que caían en el machismo, algunos ridículos y otros que no resistían análisis y que se podrían rebatir sin destruir honores, ni personas. Pedro tenía ideas que no comparto y que se podían demoler desde una sociedad abierta. No era político, no era un dictador, no era un terrorista, y por eso me parece desproporcionado y ruin que en redes sociales, especialmente en X (antes Twitter), un sector de la izquierda prácticamente esté bailando sobre su tumba porque no le perdonan que no haya pensado como ellos. Con un falso sentido de justicia dicen que el llamado a criticar sus ideas es impostergable cuando en realidad es intolerancia y poca humanidad con el dolor de su familia.

La bajeza ha incluido poner en duda su talento, sus logros y también negar que su arte represente al Perú. Que su música no cruzaba de la avenida Javier Prado, que no podía considerarse música, que no se le escuchaba en el interior, que no era un cantante popular, que lo escuchaba una minoría, que no llegaba a ser nacional, como si Pedro y a quienes les gustaba su música no fueran expresión del Perú. ¡Cuánta soberbia! Aparte de que es mentira porque en el norte, de dónde vengo, sí se escuchaban sus canciones, lo grave aquí es despreciar los gustos de otros peruanos por minoritarios que sean.

Nos guste o no, sí hay generaciones que aprecian su música que les trae recuerdos de momentos vividos, y es lógico que sientan su partida y que identifiquen al Perú en él. No tengo idea de cuántos son sus fanáticos, no importa así sean pocos, pero negarles ser parte del Perú y atribuirse una sola forma de entenderse peruano es peligroso para una sociedad que aspira a ser democrática. Y allí está la fractura, quienes más hablan de diversidad, de que la música es libertad, que el arte es subjetivo, no son capaces de tolerar a quienes tienen ideas distintas sobre la sociedad y la política. Lo esperanzador frente a estos influenciadores del odio y resentimiento es que mientras intentaban desacreditar al cantante en redes sociales, mucha gente en las calles compartía mensajes sintiendo su partida, recordando momentos de la adolescencia, de la universidad o de conciertos que compartieron con amigos y familia. Y su música en estos días sonó en varias casas de vecinos y en los taxis. Y en las tiendas de la esquina comentaban lo sucedido acompañándose en la pena. No se puede desconocer eso y pretender borrar esas historias de un plumazo como si eso no fuera parte del Perú, solo porque esta corriente de izquierda ha decidido que lo que no les gusta no puede ser un modo de ser peruano.

Pedro Suárez-Vértiz no se parecía a mí, no era como yo, no compartía sus ideas y eso no significa que él y su música sean menos peruanos. Que se discrepe de él no da lugar a estropear el momento de quienes quieren recordarlo como un ícono de la peruanidad. Por más minoría que sea quienes lo lloren, no se puede ser mezquinos en arrebatarle a su familia y seguidores el momento para despedirlo con honores. En un país harto de tantos espíritus turbios, no puedo más que empatizar con su familia y sus seguidores.

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