[OPINIÓN] Yesenia Álvarez: “La democracia frente a las narrativas autoritarias”. (Foto de Yuri Cortez/AFP)
[OPINIÓN] Yesenia Álvarez: “La democracia frente a las narrativas autoritarias”. (Foto de Yuri Cortez/AFP)

Un reciente reporte del Foro Internacional de Estudios Democráticos de la National Endowment for Democracy-NED a cargo de Joseph Siegle analiza cómo las narrativas autoritarias amplifican la influencia de los autócratas y debilitan el apoyo público de las democracias. (Febrero 2024)

Hace buen tiempo desde centros de estudio y análisis se viene alertando sobre cómo la cooperación autoritaria sustentada en una narrativa que utiliza las redes sociales gana terreno frente a los principios y ventajas de la democracia. Vimos esta semana cómo un tirano fue entrevistado por un periodista y enardecieron las redes sociales, que quedaron prácticamente al servicio de amplificar el mensaje de un autócrata. Muchos no han dado en saludar el éxito del periodista al multiplicar seguidores, y vistas. Algo que por supuesto no puede despreciarse en el sentido de que es allí donde está el peligro de que se normalice a los autócratas, y al autoritarismo como una forma de gobierno viable, legítima y necesaria, mientras el apoyo público a la democracia se debilita. La gran tristeza y preocupación está en que esto ocurra sin cuestionamientos y que se llegue al punto que ya no se pueda distinguir porque lo que se volvió “destacable” no fue que se entrevistó a un autoritario, sino cuántos millones de personas lo vieron y cuántos seguidores subieron. El razonamiento que lo normaliza va así: Si millones lo vieron y millones lo siguen, entonces debe ser exitoso, entonces debe tener razón.

Como se señala en el reporte mencionado la estrategia no es que vendan el autoritarismo como tal, sino que se centran en temas que tienen un atractivo popular y al mismo tiempo atribuyen una serie de quejas hacia la democracia. Se enfocan en socavar la eficacia de las democracias y en presentar los sistemas autoritarios como mejores garantes, por ejemplo, de la seguridad. En la región se ha visto cómo se ha comprado la idea de que un Bukele puede resolver los problemas que la democracia no puede. Y eso se traduce en que estas corrientes están ganando elecciones con gran apoyo popular.

El hecho de que la entrevista y el entrevistador de esta semana tengan espectáculo y millones de espectadores es inevitable, lo difícil está en no advertir del peligro que ganen fuerza en espacios con poco examen crítico. Recomiendo la lectura del reporte de Forum porque ayuda a hacer un mejor cuestionamiento de esos discursos y categoriza cuatro grandes líneas de narrativa autoritaria. Es decir los autoritarios casi siempre hablan de: no interferencia y amenazas a la soberanía y supuestamente se presentan como amenazados por la propagación de la democracia; explotación por parte de Occidente; las democracias fallan, no funcionan o no cumplen; y la necesidad de un nuevo orden mundial. El reporte apunta muy bien en registrar algo más que aparece en su propaganda, que “los actores autoritarios a veces empaquetan tales mensajes como una defensa de los ‘valores tradicionales’, apropiándose de símbolos culturales de fuerza y masculinidad mientras asocian la democracia y las preocupaciones sobre los derechos humanos con la debilidad y la feminidad”. Por eso estos líderes y modelos terminan siendo atractivos para movimientos de derecha y de izquierda con talante autoritario.

Por ello, como he recomendado algunas veces ya desde esta columna, la cooperación democrática es imprescindible para contrarrestar la cooperación y las narrativas autoritarias. La característica que destaca en las sociedades abiertas y libres que no vienen en el paquete de esos sistemas autoritarios es la libertad de las personas. Aún hay desafíos que a las democracias les cuesta resolver, pero medios, gobiernos y sociedad civil deberíamos estar trabajando en generar mareas de opinión para recordar las ventajas que los sistemas democráticos traen para el desarrollo, la seguridad y bienestar de las personas. La democracia prospera solo con un fuerte compromiso de ciudadanos libres, por eso debemos multiplicar los esfuerzos para aumentar la capacidad para detectar esas narrativas y refutarlas a tiempo, y eso pasa por empoderar a los ciudadanos contra narrativas autoritarias.

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