"Después de este episodio, en los sectores de extrema derecha recién se dieron cuenta de que Alejandro Soto es un impresentable, con todas las denuncias que tiene y por cómo se mantiene aún en la presidencia del Parlamento". (Foto: GEC)
"Después de este episodio, en los sectores de extrema derecha recién se dieron cuenta de que Alejandro Soto es un impresentable, con todas las denuncias que tiene y por cómo se mantiene aún en la presidencia del Parlamento". (Foto: GEC)

El viernes pasado, cuando el impresentable presidente del Congreso, Alejandro Soto, levantaba la sesión del pleno del Congreso, lo que significaba el cierre de la presente legislatura, tal vez muchos ingenuamente creían que se había terminado la pesadilla de las arremetidas y los actos de ignominia que ha cometido el Parlamento.

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Les recuerdo que es solo una postergación, porque van a volver en marzo, recargados y además con las pretensiones de seguir imponiendo agendas de grupos de interés nada santos y no duden de que continuarán legislando para los delincuentes y mafias.

Lo sorprendente ha sido que Soto reculó en el último minuto en el propósito de atropellar nuevamente a la Junta Nacional de Justicia, aceptando la comunicación de los magistrados que exigían, con legítimo derecho, que se les defina qué falta grave habían cometido y, sobre todo, que el Congreso cumpla con el debido proceso.

Recordemos que Soto, unas horas antes, fue blindado en la Comisión de Ética, por la Ley Soto, que ha generado impunidad en delitos graves, como el delito que había cometido él mismo y que estaba a punto de sentenciarlo por estafa en el Cusco y se salvó a pesar de la contundencia de las pruebas que lo incriminaban.

Este salvavidas no fue casualidad. Probablemente, era parte de las prebendas a las que nos tiene acostumbrado este Parlamento desprestigiado y quién sabe si es parte del pacto infame que hay entre las bancadas mafiosas para controlar el Congreso y además copar instituciones del sistema de justicia.

Pero el tiro les salió por la culata y veíamos desesperados a los congresistas más rabiosos que alguna vez vistieron el uniforme de la Marina, pretendiendo seguir con la destitución de los magistrados de la JNJ, a como dé lugar, sin importarles las formas, el procedimiento y menos la legalidad que exige nuestras leyes, todo como un acto de venganza por la suspensión de Patricia Benavides. Se les veía la sangre en los ojos.

Después de este episodio, en los sectores de extrema derecha recién se dieron cuenta de que Alejandro Soto es un impresentable, con todas las denuncias que tiene y por cómo se mantiene aún en la presidencia del Parlamento. Lo más moderado que recibió en redes fue que Soto ahora ya es un caviar y un peón de Acuña.

Confirmándose que esta es una pelea de bandos y mafias que quieren controlar el poder y esto arrastra al país al fango.

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