“El conocimiento os hará libres”, sostenía Sócrates, refiriéndose a que el conocimiento nos hace evolucionar como personas, a ser conscientes de la realidad en la que vivimos y que, liberarnos de la ignorancia es el primer paso hacia la libertad individual y, por tanto, colectiva. En el mundo moderno, el conocimiento nos hará también prósperos, pues, junto a la salud, la educación es la base para desarrollar el potencial productivo de las personas.
No es secreto que la educación escolar pública en el Perú ha estado por años a la cola de la región. La falta de recursos económicos, la paupérrima infraestructura educativa, el pobre nivel académico de los maestros y un sindicato de trabajadores de la educación altamente ideologizado y politizado explican esta situación.
Con la recuperación de las cuentas fiscales y gracias a la decisión política de sucesivos gobiernos, se hizo un esfuerzo por revertir la realidad de la educación pública peruana. El sector educación es el sector cuyo presupuesto ha crecido y crece más, año tras año. En 2010 el presupuesto del sector era de S/14,960 millones. Este año es de S/42,064 millones, equivalente al 19.58% del presupuesto general de la nación.
Hoy, la mala calidad de la educación pública a la que accedemos los peruanos no se puede atribuir a la falta de recursos económicos, sino a variables que persisten, fundamentalmente dos. Primero, la paupérrima calidad de la infraestructura educativa, producto de la pésima gestión de los recursos asignados, pues se ejecuta menos del 70% de los recursos destinados a inversión. Más de la mitad de las 62,000 escuelas públicas carecen -al menos- de uno de estos tres servicios: electricidad, agua o desagüe, y menos de la mitad de las escuelas públicas tienen acceso a Internet.
El segundo factor -y más importante- es el bajo nivel académico de los maestros. Como país hicimos un gran esfuerzo por mejorar sus ingresos, a través de políticas públicas que correlacionen el mejor desempeño profesional con mayores niveles de ingresos. En la base de estas políticas se encuentran la meritocracia y su periódica evaluación y capacitación. Un sistema en el que los mejores maestros estén mejor remunerados y tengan el incentivo para capacitarse y progresar.
Lamentablemente, en los últimos años hemos visto un esfuerzo por parte del gobierno y del Congreso por destruir la meritocracia y desincentivar la excelencia educativa. La reincorporación de 14,000 maestros, que reprobaron sus exámenes o que decidieron no tomarlo constituye no solo una puñalada al futuro de los niños del Perú, sino que revela cómo la clase política actual reduce la educación de los niños a una mercancía política, utilizada como moneda de cambio para obtener mayores cuotas de poder y prebendas ignominiosas.
Con políticos más cerca a Herodes que a Sócrates es fundamental que la sociedad civil se movilice en defensa de la educación de los niños, pues el futuro de ellos es el futuro del Perú.