"Hoy, y desde hace varios años, estamos viviendo el boom minero". (Foto: Rolly Reyna / El Comercio)
"Hoy, y desde hace varios años, estamos viviendo el boom minero". (Foto: Rolly Reyna / El Comercio)

El Perú siempre ha sido un país dotado de enormes recursos naturales, ya sea el guano de las islas, el caucho de la selva o el salitre de la costa. La riqueza del guano de mediados del siglo XIX, la fiebre del caucho y el boom del salitre generaron fugaces y controversiales bonanzas económicas.

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Entre las cosas en común de estas tres efímeras fuentes de riqueza, podemos indicar que se trataba de riquezas puestas sobre la superficie, cuya explotación no demandaba significativos niveles de inversión o transformación.

La otra diferencia es que el avance tecnológico las convirtió en obsoletas y económicamente marginales debido al desarrollo de materiales sustitutos, provenientes del petróleo, en el caso de caucho y la sintetización del amoniaco, por Fritz Haber en 1909, en el caso del salitre.

Hoy, y desde hace varios años, estamos viviendo el boom minero. Las altas cotizaciones de los minerales que el Perú explota han permitido generar exportaciones por US$37,711 millones (60% del total de las exportaciones del Perú) y generado una renta para el Estado peruano de S/15,848 millones en 2022. La mitad de esa renta y la mitad de las divisas que la minería genera provienen del cobre, convirtiéndose —de lejos y sin duda— en el principal generador de divisas y renta fiscal del Estado peruano.

A diferencia del caucho, guano o salitre, la explotación del cobre demanda enormes cantidades de inversión y transformación para poder poner en valor los yacimientos: US$10,000 millones en el caso de Las Bambas y US$5,600 millones en el caso de Quellaveco, por citar dos ejemplos.

La otra gran y principal diferencia es el cambio tecnológico; en el caso del cobre, este es a su favor, pues ya vivimos el declive de los motores a combustión y el inexorable ascenso de los motores eléctricos, que son —en esencia— una batería de litio y mucho cableado de cobre.

Esto significa que la demanda por este metal será significativamente alta por muchas décadas, si es que no siglos.

Tenemos en cartera al menos 26 proyectos importantes, con una inversión de más de US$38,000 millones que, lamentablemente, no se pone en valor por deméritos del Estado en su capacidad de convertir en bienestar la enorme renta minera recibida, además de la prédica falaz y ponzoñosa de una izquierda radical y cavernaria que tiene como resultado que el Perú se prive de poner en valor sus recursos naturales, al extremo de que ahora seremos superados en la producción de cobre por la República del Congo.

Es decir, un segmento de la clase política prefiere riquezas para el Congo antes que desarrollar Conga.

Con la consigna de “el Congo antes que Conga”, el Perú se pierde de una enorme fuente de recursos, que bien aprovechada debería ser una potente palanca al desarrollo en favor de los más postergados.

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