(Foto: @photo.gec)
(Foto: @photo.gec)

El recrudecimiento de las movilizaciones esta semana y su terrible secuela de muerte y destrucción deben llevarnos a una reflexión desapasionada sobre la naturaleza de la polarización que nos sacude, y las vías a seguir para apaciguar el país.

Una abismal distancia separa el derecho a la protesta, que asiste a todos los ciudadanos en un Estado democrático, y los desbordes de violencia y pillaje que se han convertido en el signo distintivo de las movilizaciones. Estos últimos episodios deben ser investigados a fin de hallar y sancionar a los instigadores y provocadores, actuando con igual celo frente a aquellos que pudieran haberse excedido en el uso de la fuerza frente a las manifestaciones.

Para centrarnos en las vías de solución, si bien las protestas no tienen un liderazgo evidente, sí se articulan alrededor de una plataforma amorfa de exigencias. Tres de estas son antidemocráticas e incompatibles con nuestro ordenamiento constitucional, y resultan, por tanto, innegociables. Me estoy refiriendo al pedido de liberación del golpista expresidente, el cierre del Congreso y la convocatoria a una Asamblea Constituyente.

MIRA: [OPINIÓN] Pablo de la Flor: “Violencia y desaceleración”

La única demanda de fondo atendible es la del adelanto de elecciones, que, en atención a los procedimientos ya iniciados, deberá refrendarse en una segunda votación congresal. De allí, la enorme responsabilidad del Legislativo de convocar inmediatamente una nueva legislatura para ratificar su voto anterior.

Sería importante que el adelanto pudiera darse a fines año. Ello requerirá, empero, la aprobación previa de un paquete mínimo de reformas políticas: bicameralidad, reelección inmediata, renovación por tercios y elección congresal durante la segunda vuelta presidencial. Sin estos cambios, corremos el riesgo de repetir el ciclo de inestabilidad y enfrentamientos de los últimos años.

Así, la llave para desactivar el conflicto la tiene el Congreso, donde lamentablemente aún no parece haber calado el sentido de urgencia que las circunstancias exigen. Muestra de ello es el hecho de que hasta el momento no se haya logrado debatir ni aprobar ninguna de las reformas constitucionales señaladas. Urge actuar sin dilaciones, so riesgo de seguir atizando un conflicto que perjudica a todos, sobre todo a los más pobres.

VIDEO RECOMENDADO

Huelguistas roban en instalaciones de  Antapaccay