[OPINIÓN] Pablo de la Flor: "¿Mejor a caballo que en bus?". (Jorge Cerdán/photo.gec)
[OPINIÓN] Pablo de la Flor: "¿Mejor a caballo que en bus?". (Jorge Cerdán/photo.gec)

Cuando Pizarro llegó a Lima, introdujo un nuevo medio de transporte que revolucionó la movilidad en el territorio: el caballo. Ahora tenemos coches de combustión interna, pero el ritmo del transporte no parece haber cambiado mucho desde entonces. Actualmente, nos demora, en promedio, casi media hora recorrer 10 km en la ciudad, poco menos de lo que le tomaba al conquistador andar la misma distancia al galope en su corcel hace medio milenio.

Lima es la octava ciudad más congestionada del mundo y la que peor deterioro registró el año pasado, según el índice TomTom. Los habitantes de nuestra sufrida metrópoli pasan entre una y dos horas en el tráfico cada día, mayoritariamente en buses y combis. No en vano las encuestas señalan que el transporte público es el principal problema de la ciudad, solamente superado por la inseguridad.

Esta situación genera graves consecuencias económicas, sociales y de salud. No solamente se trata de la pérdida de horas de trabajo e impacto sobre la productividad, sino que la congestión vehicular impacta también en el flujo eficiente de bienes y servicios, afectando la competitividad de las empresas y mermando el crecimiento económico de la ciudad.

Se estima que un incremento de 1 km por hora en la velocidad promedio del transporte, genera un aumento de 0.1% en el PBI. Visto así, atajar el grave problema de la congestión en Lima es una de las intervenciones más costo-eficientes que el gobierno puede adoptar para impulsar el crecimiento del país.

No menos importante, el estrés causado por el tráfico afecta la salud mental de los limeños, generando frustración, irritabilidad y depresión. La calidad del aire también se ve comprometida debido a las emisiones contaminantes, propiciando problemas respiratorios y enfermedades relacionadas, que acortan nuestras expectativas de vida.

En este contexto, el proyecto presentado por el congresista Segundo Montalvo para formalizar el servicio de autos colectivos en Lima y Callao, constituye un despropósito mayúsculo que solo contribuirá a agravar el gran problema de la saturación vial en desmedro de la ciudad y sus habitantes. Se habla de 100 mil unidades informales que ya estarían operando en nuestras calles y que podrían incrementarse con esta norma.

Más que pensar en medidas populistas como la que se pretende imponer respondiendo a las demandas de los grupos de interés que las respaldan, resulta fundamental avanzar en la construcción de un sistema de transporte público integrado, eficiente y sostenible, que satisfaga los requerimientos de los ciudadanos y genere mayor bienestar.

Para ello, se debe trabajar en la articulación de distintos sistemas a partir de corredores segregados, rutas alimentadoras y la red del metro, actualmente en construcción a ritmo de tortuga. En lo inmediato, sin embargo, resulta fundamental asegurar la continuidad de los corredores complementarios, hoy amenazados por la competencia ilegal de combis y colectivos piratas.

Si no nos apuramos a resolver estos problemas, pronto resultará más veloz transportarnos en caballo que en bus.

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