Samuel Prieto y Risco.
Samuel Prieto y Risco.

Por: Oswaldo Salaverry García MD PhD

Médico Cirujano.

Historiador de la Medicina.

Academia Nacional de Medicina.


Samuel Prieto y Risco nació en Lima el 7 de diciembre de 1869, hijo de Adolfo Prieto y Vivanco (1836-1921). Como capitán al mando de la 4ª Compañía del Batallón Nº 36, de la 6ª División de Reserva, concurrió a las batallas de San Juan y de Miraflores en enero de 1881. Notario público de Lima, de los más reputados, publicó –junto con Germán Leguía y Martínez y B. Smith– The peruvian sugar estates company limited, London (Lima, 1896).

Ingresó al primer año de medicina en 1893 en la Facultad de San Fernando de la Universidad Mayor de San Marcos, de la plazuela Italia, obteniendo el grado de bachiller el 4 de octubre de 1898, con la tesis “lndicaciones del lavado del estómago”, bajo la dirección del subdecano Dr. Armando Vélez, basada en sondas inventadas por los franceses Casimiro Renault, Louratour-Ponteil y Flaucher, como el internista vienés Leopold Oser. Viajó a París con el abogado Manuel Augusto Olaechea y siguió estudios de perfeccionamiento en la Facultad de Medicina de La Sorbona, haciendo sus respectivas prácticas (de noviembre de 1899 a enero de 1900). Entre fines de siglo y principios del siguiente, viajó por Francia, Italia y Alemania. A su regreso a Lima, obtuvo el título de médico cirujano en San Fernando, el 24 de marzo de 1900, perteneciendo a la generación Ernesto Odriozola de ilustres galenos.

Desarrolló su carrera profesional como médico titular en Cerro de Pasco (1900), Andahuaylas y Aymaraes (1909), Carhuaz (1909-12), Chimbote (1912), Casma (1912-15) e Ilo (1915-18). En 1922 en el Callao y la Compañía Peruana de Vapores (1923-26), en el vapor Urubamba, viajando fundamentalmente a Panamá; continuándola en Huánuco (1926), donde fue incorporado como miembro de la Sociedad de Beneficencia; en San Ramón y servicios de hidroaviones al Oriente (1927-28), Huamalíes y Marañón (1928). Destaca su exitoso combate in situ contra la peste bubónica como titular de Huarochirí (1900-07), por lo que fue destacado para que vaya a erradicarla, siendo uno de los mayores especialistas nacionales, en epidemiología, trasladado interinamente a Pacasmayo (1904), donde también la combatió eficazmente. El reconocimiento público lo hizo alcalde del Concejo Provincial de Huaraz en 1911, nombrado delegado de la Facultad de San Fernando en Áncash; luego se inició en diversos cargos públicos. Entre estos, como cónsul del Perú en Dresde, en 1920, realizando destacada misión para el Perú: atraer inmigrantes labriegos para la irrigación de El Imperial por Charles Sutton y envío de manufacturas alemanas, con el apoyo de Sociedad Export Verein de Dresde, para la exposición en Lima del primer Centenario de la Independencia.

En mayo de 1921 fue encargado de la salud de un grupo de deportados políticos a bordo del navío Paita, entre los cuales se encontraba el futuro mariscal Óscar R. Benavides y otros 21, entre estos el diputado Jorge Prado y Ugarteche, Miguel Miró Quesada de la Guerra, el senador Miguel Grau y Cabero, quienes se rebelaron, obligando al capitán del barco el francés Quesnel a desviarlo, cuyo destino era Australia, cambiándolo hacia Costa Rica. A bordo del Ucayali fue al puerto de Arica con la delegación peruana ante la Comisión Plebiscitaria de Arbitraje de Tacna y Arica (1925-26), que debía hacer la consulta popular para decidir el destino de estas provincias, al ancla, se imprimía La Voz del Sur; trató al general John J. Pershing, héroe de la Primera Guerra Mundial, representante de Estados Unidos. Constató las dificultades puestas por Chile para la recuperación de las provincias cautivas e imposibilitar la culminación del proceso, escribiendo a bordo del mismo vapor, mecanografiado (diciembre de 1925), la primera parte de su crítica Mis Memorias del Ucayali (inéditas). En Lima fundó el servicio nocturno de la Asistencia Pública Central (1929). Ferviente partidario de la enseñanza de idiomas extranjeros en los centros escolares para una exitosa revolución educativa peruana.

También se dedicó a la minería, primero en Morococha como titular de las minas de plata Isabel, desde 1901, posteriormente, con amplio conocimiento del país, en 1915, cuando constituyó una sociedad explotadora de la mina de cobre Victoria (Ilo) y publicó en Lima en 1918 sus Apuntes sobre la mina Victoria e informes sobre ella.

Falleció en Huachoc (Huaral), el 19 de junio de 1931, en un accidente en la antigua carretera al Norte, cuando se dirigía como cesionario aurífero del río Tablachaca (Áncash). Tragedia noticiada en diversos diarios, como El Comercio del 20 de junio de 1931. Su sepelio, muy sentido, convocó a diversas personalidades: Arturo Osores, ministro de Gobierno; Erasmo Roca S., director de Fomento; Carlos Vega Zanabria, vocal de la Corte Superior de Lima; Benjamín Avilés, superintendente de Aduanas; Lisandro A. Proaño, afamado minero; Juan E. Serra C., director de Correos, y el senador Eduardo Fontcuberta Mendizábal.

Por su significativa obra sanitaria tenemos la opinión de Henry Hanson (1877-1954), epidemiólogo estadounidense de fiebre amarilla, peste bubónica, quien vino al Perú para combatir la bubónica en 1919; en su obra póstuma The pier piper of Peru (El flautista del Perú; Jacksonville, Convention Press, 1961) recuerda que estuvo afectado por la enfermedad y fue Prieto y Risco el médico que más se preocupó por su recuperación e indica que “la principal dificultad para combatir las epidemias, era la falta de personal calificado disponible, para entrenar a otros”, aspecto que no hemos aprendido lo suficiente, volviéndose a repetir después de un siglo, en los presentes difíciles momentos, especialmente en los intensivistas. Destaca, en ese sentido, los esfuerzos heroicos de Samuel Prieto y Risco.

Se cumplieron 90 años del fallecimiento de este especialista en enfermedades pulmonares y palúdicas, uno de los pioneros peruanos de principio del siglo XX en erradicar las epidemias en el país. En estos graves momentos de la pandemia universal del coronavirus –COVID-19– que azota al Perú y al resto del mundo, recordar a uno de los destacados y esforzados héroes de la sanidad pública del Perú es un muy justo deber resaltar su noble actuación, para poder orientar los grandes retos que debemos enfrentar de manera muy especial en las actuales graves circunstancias para preservar la vida y la salud de nuestros conciudadanos.