Hoy en el Perú vemos una diversificación masiva de los sujetos sociales y políticos. Son miles de comunidades, asociaciones, gremios, sindicatos y frentes, formales e informales, los que salen continuamente a expresar sus frustraciones y problemas que el Estado no resuelve.

En este entorno, la se mueve como pez en el agua, azuzando la conflictividad a partir de acercarse a sembrar explicaciones falsas de por qué existen esos problemas. Esa es la esencia de la guerra cultural que estamos viviendo: sembrar mentiras para cosechar seguidores de odio.

Además de penetrar esos grupos, la izquierda busca movilizar al unísono a todos para tener impacto político. Esto es difícil, porque cada grupo tiene problemas distintos a los demás. Entonces, ¿cómo lo hacen?

Aplican la estrategia lingüística del filósofo comunista argentino Ernesto Laclau; la creación de un “significante vacío”. Esto es, un conjunto de letras que no significa nada para las personas, pero que hacen que lo vean como la solución a sus problemas. Hoy en el Perú, se trata de una “Nueva Constitución”. Las personas, en general, no la han leído, no entienden para qué sirve, no saben para qué piden cambiarla. Pero están tan cargadas de odio y frustración que compran la idea sin dudar.

Para desactivar la amenaza de un cambio de Constitución, que solo busca la captura del poder por parte de sus promotores, es necesario mostrar a las personas cuáles son las verdaderas causas de sus problemas y que estas no se resuelven en el papel, sino con una nueva generación de líderes que, con capacidad, honestidad y compromiso, hagan que el Estado funcione y cambien el destino del país.

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José Baella

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