"Existe (en Afganistán) una crueldad especial en el trato a las mujeres y niñas.
"Existe (en Afganistán) una crueldad especial en el trato a las mujeres y niñas.

Cesar Guedes-Ferreyros

Por Cesar Guedes-Ferreyros, exrepresentante de UNODC en Afganistán (2021). Actualmente Consultor y Experto en temas internacionales, radicado en Hanoi, Vietnam.

Ha pasado ya más de un año desde que fui evacuado en agosto de 2021 junto al personal internacional ONU hacia Alma Ata, Kazakstán. En días previos, diversas embajadas y otras instituciones internacionales habían hecho lo propio, pues, durante las semanas previas, todos fuimos testigos de cómo el país se desmoronaba y caía en manos nuevamente de los temidos Talibán. Este grupo ya había gobernado el país entre 1996 y 2001 con mano de hierro y una interpretación errada del Corán, reprimiendo de manera brutal a todo un país. Hubo un ensañamiento especial en contra de la mujer, marginándola en todos los aspectos de la vida social y obligándola a cubrirse totalmente con la vestimenta del burka.

Después de los eventos del 11 de setiembre de 2001, las fuerzas internacionales derrocaron a ese gobierno, que por años se había convertido en lugar de albergue del terrorismo internacional. Luego de un periodo de transición, el pueblo afgano pudo entrar en una senda más o menos democrática, siempre bajo la tutela de las fuerzas internacionales de ocupación. Los gobiernos que se sucedieron entre 2001 y 2021, aunque débiles y enquistados de corrupción, permitieron durante esas dos décadas el nacimiento de una sociedad de mayor apertura hacia los medios, redes sociales, conectividad, viajes internacionales y exposición al mundo exterior. Esto permitió la formación de toda una nueva generación, especialmente, mujeres y niñas, que supieron lo que era vivir en libertad y acceso irrestricto a la educación, oportunidades laborales y esperanza hacia un futuro mejor.

Las fuerzas talibanes se replegaron al interior de este país de 39 millones de habitantes, mayormente rural y montañoso, con una geografía intricada de muy difícil acceso e iniciaron una guerra interna implacable y de desgaste con múltiples ataques terroristas contra el gobierno de turno. La producción y tráfico de heroína (Afganistán es responsable del 85% de la producción mundial, según UNODC) se habían convertido en una fuente inagotable de ingresos para los Talibán, creando una economía informal muy lucrativa que involucraba cada vez más a autoridades nacionales y provinciales en espirales de crimen organizado y corrupción.

EL RETIRO

Este desgaste se hizo más evidente cuando EE.UU. y otros países anunciaron en 2020 el retiro de sus fuerzas hacia setiembre de 2021. Ciertamente, el sistema afgano no estaba preparado para afrontar tal retiro y, como un castillo de naipes, el país se empezó a desmoronar, cayendo una tras otra cada una de las 34 provincias y sus principales ciudades. A este punto, en agosto de 2021, la suerte ya estaba echada y la capital Kabul cayó en manos de los talibanes. El presidente Ashraf Ghani escapó a Dubái momentos antes de que el palacio presidencial fuese tomado. El pueblo afgano y el mundo vieron con estupor cómo las mismas caras infames de la rancia y conservadora élite talibana se hacían del poder. El temor y la desazón se hacían de las calles de Kabul. Si bien los líderes de la autoridad de facto Talibán (todos hombres mayores de 50 años, con prontuario terrorista) prometían un nuevo gobierno de amplia base, con la participación de todos (incluso de la mujer) para garantizar seguridad, fin de la violencia y luchas contra la corrupción, en un principio causó cierto nivel de esperanza. Ellos indicaban que habían aprendido de sus errores y que no serían los mismos que gobernaron entre 1996 y 2001, mostrándose como una nueva versión Talibán más incluyente, juiciosa y democrática. Lamentablemente, nada más lejos de la realidad. Poco a poco ellos volvieron a las mismas prácticas, obligando a todas las mujeres a vestirse nuevamente con el burka en todos los espacios públicos, incluso las narradoras de noticias y reporteras de TV se vieron obligadas a seguir esta exigencia indumentaria.

Todos los avisos y paneles publicitarios de reconocidos productos de consumo en Kabul y otras ciudades, que exhibían una presencia femenina, fueron cubiertos de pintura negra, anulando así todo lo que representaba a la mujer libre. Tales acciones que van en flagrante contra de sus promesas iniciales han ocasionado que ningún país en el mundo dé reconocimiento diplomático al régimen de facto Talibán, con lo que se convirtió en un gobierno paria, aislado y sumido en prácticas anacrónicas que son incluso criticadas por otros países islámicos.

Existe una crueldad especial en el trato a las mujeres y niñas. A las pocas semanas de asumir el poder, se prohibió el funcionamiento de toda entidad educativa que no garantizase la segregación de hombres y mujeres en sus clases y prohibió que profesores hombres impartieran clases a mujeres y niñas. El sistema era difícil de implementar, pues poner cortinas o biombos en las aulas no iba a garantizar la separación de sexos; por tanto, muchos colegios tuvieron que cerrar y las alumnas tuvieron que estudiar desde casa con difícil acceso al fluido eléctrico y casi nunca con Internet. En marzo de 2022 se dio una luz de esperanza al anunciarse que las escuelas primarias y secundarias serían reabiertas a las alumnas. Muchas niñas fueron felices a sus colegios con los deseos de aprender y ponerse al día con sus estudios. Mas, solo unas horas después, se dieron con la terrible sorpresa de que el régimen talibán dio la contraorden de cerrar los colegios hasta un nuevo aviso. Adujeron que precisaban analizar mejor la situación pues no se sentían conformes con la implementación de la nueva norma y que querían, más bien, garantizar el “respeto y protección de las mujeres”.

Nada más alejado de la realidad; esta decisión causó conmoción y protestas a nivel nacional e internacional que fueron ciertamente reprimidas. Ya antes se habían puesto en pie normas que impedían el libre tránsito de la mujer, incluso a sus centros de trabajo, si no estaban acompañadas por un hombre adulto (familiar cercano). También se prohibió la entrada de las mujeres a parques, plazas y otros centros públicos de recreación.

Otro hito negativo reciente y muy dramático es que, a partir de diciembre 2022, queda proscrita la educación universitaria para las mujeres “hasta nuevo aviso”. Ello ha causado nuevas críticas y desazón en todos los ámbitos a nivel nacional e internacional, incluso el Consejo de Seguridad de la ONU. La situación de la mujer en este país asiático está en caída libre y nadie sabe qué se puede hacer para impedirlo.

PREOCUPANTE SITUACIÓN

Como sabemos, el aislamiento político y económico del país asiático, desde la toma del citado gobierno de facto, ha ocasionado que más del 90% de la población se sitúe bajo la línea de pobreza y 50% de la población dependa exclusivamente de la ayuda humanitaria (datos del PNUD). En tal sentido, muchas instituciones internacionales y ONGs de ayuda humanitaria han redoblado su presencia en el país con el fin de salvar vidas, lo cual no implica el reconocimiento del gobierno de facto. Ello se ha convertido en una fuente importante de trabajo, especialmente para mujeres afganas; muchas son la fuente única de ingresos para sus familias, ya que son viudas o madres abandonadas, o sus esposos, padres o hermanos han emigrado a otros países.

Lamentablemente, añadiendo aún más sufrimiento y desesperación a lo arriba descrito, el régimen talibán prohibió la semana pasada el trabajo de las mujeres en las labores de asistencia humanitaria aduciendo que ellas no observan debidamente los códigos de vestimenta (hiyab o burka). Esto pone en serios aprietos el trabajo humanitario en favor de la población más vulnerable y excluida. Como consecuencia, varias agencias y ONGs se han visto en la necesidad de suspender sus labores en el país pues muchas de ellas cuentan con un alto componente de personal femenino.

El panorama en Afganistán es ciertamente alarmante y el futuro cada vez más precario. En los últimos días recibí las llamadas de varios excolegas afganos (hombres y mujeres) realmente desesperados ante este cúmulo de situaciones, todos sumidos en la impotencia y desesperación y viendo como única salida irse del país con sus familias a como dé lugar y ponerse a buen recaudo.

A pesar de la continua espiral de abuso y sufrimiento en Afganistán, el país ya no es sujeto de titulares internacionales. Otras crisis como Ucrania, Corea del Norte, Medio Oriente, etc., han tomado una mayor relevancia y atención en los medios y en los presupuestos de ayuda internacional de los países desarrollados.

Sin duda, un país como Afganistán, en su actual situación de pobreza, abuso y exclusión, no puede ser ignorado por la comunidad internacional. Además, es un epicentro de muchas actividades ilícitas como narcotráfico y la trata y tráfico de personas. Sus vecinos China, Rusia, India, Pakistán e Irán hacen poco para favorecer el apaciguamiento del país y, más bien, libran batallas proxi unos contra otros en territorio afgano añadiendo más elementos de inestabilidad.

No olvidemos que el 11 de setiembre de 2001 se gestó en un Afganistán bajo el gobierno talibán y el abandono de la comunidad internacional.

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Víctor García Toma