En los países sudamericanos tenemos males a raudales. Llevamos a cuestas cargas pesadas que nos avergüenzan, que son muchísimas y que las reconoceríamos y aceptaríamos una a una. Todo ello es una verdad dolorosa, sí, pero no es menos cierta que América del Sur exhibe, salvo conflictos menores, más de un siglo de paz entre sus países.
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Sudamérica no lleva clavadas en su espalda las dagas de la primera y segunda guerras mundiales, de las guerras terribles de los Balcanes, de las guerras sin freno del Medio Oriente, de las guerras e invasiones rusas y norteamericanas contra Afganistán, de las guerras de Corea y Vietnam, de las guerras en el África y de las guerras de Rusia contra Ucrania y Hamás contra Israel. Tampoco están en sus antecedentes los genocidios cometidos por la URSS, China y la Alemania nazi.
Visto el panorama mundial, nuestra América empieza a parecer un remanso de paz, aún y a pesar de los 7 millones de venezolanos que huyen de su país, generando una crisis migratoria mundial y los 65 años de cárcel opresora y crímenes procedentes de Cuba.
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A veces pienso que debiéramos sentir más amistad por la patria que amor por ella. Encuentro que la amistad es más sosegada y civilizada, menos inclinada a las pasiones. Se puede sentir amistad y admiración por tu país y también por tus vecinos. La amistad es más actual, vivencial y factible y el amor puede ser esquivo y soñador. La amistad depende más de uno que del otro. En el amor, en muchos casos, es al revés. El amor es proclive a frustración y decepción. Del amor se dice que está a un paso del odio, de la amistad, no.
Parecería que nuestra América tiene millones de personas amistosas que están por encima de las miserias y que piden y necesitan admirar a sus políticos y tener respeto, amistad y orgullo por los funcionarios de sus Estados. Rindamos culto a todo eso y obtengámoslo. La revolución cultural de nuestra América iría por ese camino. Eso nos falta porque, en el balance histórico, lo otro lo tenemos: somos contrarios a la separación, la guerra y el quebrantamiento.
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El amor por la patria nos puede llevar a las guerras, la amistad y la admiración por ella, no.