Las palabras de Polo me estrujan y relevan de comentarios, mas no de admiración por quien se niega a que el trato hacia los afros siga siendo de “pobrecitos”, señala el columnista.
Las palabras de Polo me estrujan y relevan de comentarios, mas no de admiración por quien se niega a que el trato hacia los afros siga siendo de “pobrecitos”, señala el columnista.

La admiración es contraria total a la envidia y cada persona tiene a quien rendir aprecio u honor. Aquí elogio las intervenciones de una persona, reconociendo los buenos mensajes de un mundo cada vez menos ancho y ajeno.

Admiro las sentidas y valientes palabras de Miguel Polo Polo, joven político de raza negra, convertido en congresista de la República de Colombia. Él le dijo a su entrevistadora: “¿Que si creo que hay una deuda histórica? Yo me mantengo firme, yo creo que a nadie se le debe nada. Cuando uno habla de deuda histórica, es como decir que Vicky, tú, por ser rubia o por ser más clara, me debes algo a mí por yo ser negro. ¡Cómo yo te voy a ti a condenar por algo que hicieron tus antepasados (…). Y cómo yo voy a recibir un premio por algo que yo no he padecido porque yo no he sufrido la esclavitud! Sí, la sufrieron mis antepasados, la opresión la sufrieron ellos, pero eso es historia y la historia nos sirve para mirar y no cometer los mismos errores”.

La ética y decencia de Polo continúan: “Esa filosofía de discriminación positiva es perversa porque termina siendo lo mismo que hicieron en el pasado: utilizar el color de piel para premiar a alguien y castigar a otro (…). Entonces, ¡cómo yo a ti o a los colombianos blancos les voy a exigir que me paguen la universidad o que me paguen la vivienda o que me paguen la educación de mis hijos porque yo soy negro! Yo creo que hoy la sociedad colombiana es una sociedad libre en donde todos podemos pararnos sobre nuestros propios pies y salir adelante”.

Las palabras de Polo me estrujan y relevan de comentarios, mas no de admiración por quien se niega a que el trato hacia los afros siga siendo de “pobrecitos”. Nadie carga culpas ni pesos ajenos.