(Foto: Presidencia del Perú)
(Foto: Presidencia del Perú)

Ayer se realizaron las elecciones para la renovación de la Mesa Directiva del Congreso, periodo 2023-2024. Todo transcurrió sin novedad en el frente, se sabía que la coalición de bancadas de derecha y de izquierda marxista tenían la fuerza de los votos para ganar la elección inclusive en primera vuelta, como finalmente sucedió (77 votos); de forma tal que Alejandro Soto, a la sazón cusqueño, de Alianza para el Progreso, es el nuevo titular del Legislativo quien asume el cargo en épocas de un generalizado rechazo hacia ese poder del Estado (85%) y a duras penas un 9% de aprobación, según Ipsos Perú.

Por lo cual, tendrá que hacer gala de muñeca política para detener la caída libre y retomar paulatinamente la confianza de la ciudadanía a la que representan, por lo menos en el papel, lo que a todas luces será una misión imposible, partiendo del hecho que los continuos escándalos de irregularidades de sus integrantes quedan en la más absoluta impunidad o pasan por agua tibia en las sanciones.

Y ya que hablamos del Congreso, francamente qué anacrónico y tedioso es el acto eleccionario para elegir a sus directivos, se toman una eternidad en hacerlo siendo solo 130 miembros convocados para un solo acto.

En el Parlamento no es como en las elecciones generales, regionales y municipales donde el elector se presenta a votar a la hora qué mejor le acomode dentro de un horario establecido que cubre no menos de 8 horas, ojalá que este procedimiento se haga a futuro más dinámico y menos flemático.

Y a todo esto, ¿cómo andamos en el Ejecutivo?, por lo pronto en las designaciones de altos y medianos funcionarios en el aparato estatal, de mal en peor. Esta columnista guardaba la esperanza que la actual gestión se diferenciaría al menos en esto de su antecesor el nefasto Pedro Castillo, nombrando en sectores sensibles como Essalud a gente idónea para administrar 15,000 millones de soles provenientes de los aportes de empleadores públicos y privados, un señor presupuesto, apetecible para los vivarachos, siendo imperativo gozar de acreditada experiencia de gestión y hoja de vida intachable, libre de escandaletes políticos que empañan la imagen del funcionario y por arrastre a la institución, resultando vergonzoso se pretenda rebajar los requisitos para el perfil del presidente o presidenta ejecutiva.

Sobre este affaire, la jefa del Estado, Dina Boluarte, ha ensayado un mea culpa diciendo que han sido errores de filtración del perfil de los profesionales, dizque de esto se aprende. Con todo respeto presidenta Boluarte, usted viene de la gestión del golpista, sabe lo altamente sensible que es esto, se lo recuerdan a menudo SERVIR, la Contraloría General de la República y la prensa de investigación. ¿Errores?