(Foto: Agencia Andina)
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Sin agua; todas las otras carencias son generalmente irrelevantes. Por eso, la performance de la temporada de lluvias es una variable mayor para el desempeño de nuestra economía.

La historia reciente del Perú tiene años emblemáticos por excedencia y por carencia. Por ejemplo, 2017 con El Niño costero, o 1992 con El Niño y una severa sequía en la sierra que sometió al país a restricciones de agua potable y luz.

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Las precipitaciones en nuestro medio empiezan débilmente –como ya sucede– en las altas cumbres de la sierra sur iniciando setiembre, y van ganando en cantidad y cobertura, a través de la sierra en las semanas siguientes.

El Niño y La Niña condicionan las lluvias. Particularmente, en el verano. El problema predictivo de esta temporada 2022-2023 es que los modelos climáticos difieren entre sí, varios meses respecto al momento en que se disipa la actual La Niña. En la medida en que esto suceda más tarde en el verano debería llover más en la sierra. En la medida en que la transición hacia condiciones normales y un eventual calentamiento del mar tenga lugar al final del verano, quizá llueva algo menos en la sierra, pero más en el norte. La primavera y su avance recortarán la incertidumbre.

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