La selva sur muere cada día envenenada en mercurio sin mayor protesta, señala el columnista. (GEC)
La selva sur muere cada día envenenada en mercurio sin mayor protesta, señala el columnista. (GEC)

Ahora que se habla de gas y la sólida relación entre los gobiernos de Perú y Bolivia, es bueno poner en contexto esas ocasionales amistades y su impacto en la economía real y el ambiente.

Según el Instituto Nacional de Estadística de Bolivia, hasta setiembre de 2021, y con los precios de los hidrocarburos en fuerte subida, y con el del oro en bajada el último año, las exportaciones bolivianas de oro ya superan a las del gas. Clara señal de dos cosas: producen cada vez menos gas y producen cada vez más oro. En lo primero sofoca el Estado; por eso el retroceso. En lo segundo interviene la informalidad que está destruyendo la selva y sobre las cuales los gobiernos populistas no van a hacer nada pues de esas actividades extractivas –que tanto denigran– vienen los votos y el dinero.

Es bueno recordar que nuestra selva sur y la vecina boliviana tienen enormes reservas de oro de origen aluvional. Enormes.

Ahora que muchos reclaman por qué no va nuestro presidente a la COP-26, quizá debamos preocuparnos todos no en aquello que podamos decir en esos foros, sino, más bien, en qué cosas nos van a decir.

La selva sur muere cada día envenenada en mercurio sin mayor protesta. Mejor acogotamos a Antamina o Las Bambas. Total, nadie investiga. Ni la prensa.