La tarea del desarrollo pasa por varios temas: reservorios en las cabeceras de valles, desalinización del agua de mar, tratamiento de aguas residuales , señala el columnista. FOTO : ROLLY REYNA / EL COMERCIO PERU
La tarea del desarrollo pasa por varios temas: reservorios en las cabeceras de valles, desalinización del agua de mar, tratamiento de aguas residuales , señala el columnista. FOTO : ROLLY REYNA / EL COMERCIO PERU

El último martes se celebró con distintos eventos y en distintas instituciones el Día Internacional del Agua.

En un mundo con cada vez más gente y cada vez más consumo, el agua dulce -que es un bien finito- apunta a ser una fuente creciente de conflictos. A todo nivel: desde las disputas vecinales en muchos centros poblados o ciudades hasta las disputas internacionales como –por ejemplo– sucede entre Chile y Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia por las aguas del Silala.

En Perú el maltrato al que sometemos todos –sin excepciones– al líquido elemento es abrumador.

No obstante ser un país riquísimo en agua dulce –de hecho, entre los que más volumen de ella disponen en el mundo–, nos hemos venido casi el 75% de los peruanos a producir casi el 75% del PBI en los valles del Pacífico que disponen apenas de algo más del 1% del total de agua dulce que precipita sobre los casi 1.3 millones de kilómetros cuadrados del país.

La tarea del desarrollo pasa por varios temas: reservorios en las cabeceras de valles, desalinización del agua de mar, tratamiento de aguas residuales y estímulos para trasladar operaciones de alto consumo de agua hacia las cuencas de selva alta y baja donde abunda el líquido elemento.