Agujero de ozono en la Antártida en octubre de 2020. (Foto: UN ENVIRONMENT PROGRAMME)
Agujero de ozono en la Antártida en octubre de 2020. (Foto: UN ENVIRONMENT PROGRAMME)

El agujero de ozono no es permanente. Se forma en la atmósfera sobre el polo sur cuando los primeros rayos del sol vuelven a iluminar la zona polar hacia fines del invierno.

Cuando la temperatura de las nubes en la estratósfera del polo sur baja de -78ºC, se desarrollan cristales de hielo que pueden convertir compuestos no reactivos en reactivos. Esos cristales, con la presencia de clorofluorocarbonos (los gases que prometimos no emitir tras la firma del Protocolo de Montreal de 1976), pueden destruir rápidamente el ozono tan pronto como la luz del sol esté disponible para iniciar las reacciones químicas. Esta dependencia de las nubes estratosféricas polares y la radiación solar es la razón principal por la que el agujero de ozono solo se forma a fines del invierno y disipa antes del verano.

Al avanzar octubre, el agujero 2020 alcanzó a desarrollar una de las mayores áreas observadas en los últimos años. Ello tras el diminuto agujero observado en 2019.

La razón de esta variabilidad año a año es el clima en la estratósfera del sur. Este año un fuerte y frío vórtice polar favoreció su expansión.

Aun así, las acciones post-Montreal encaminan a una recuperación de la capa de ozono como era en 1980, hacia 2060.

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