No esperemos a que el desastre se desencadene para entrar en acción. | Foto: Andina
No esperemos a que el desastre se desencadene para entrar en acción. | Foto: Andina

Las lluvias registradas esta semana en las regiones del norte del país, así como el aumento del caudal de los ríos, han encendido las alarmas. Aunque no se han registrado mayores pérdidas materiales o humanas, estos días deberíamos tomarlos como una buena advertencia sobre lo que podría venir este verano.

No porque estemos frente al inicio de un fenómeno de El Niño fuerte, que ya se ha descartado, sino porque cualquier lluvia de moderada, pero de persistente intensidad, está en condiciones de dañar severamente a las ya golpeadas ciudades de esa parte del país, tanto en infraestructura como en provisión de servicios básicos.

Y lo que hemos empezado a ver, lamentablemente, es lo mismo de siempre. Calles anegadas, diques destruidos y riberas amenazadas. ¿La culpa? De todas las autoridades del Estado en sus tres niveles, incluyendo a la famosa y ya casi desaparecida Autoridad de Reconstrucción con Cambios (ARCC), reemplazada hace tres días por un nuevo ente, la Autoridad Nacional de Infraestructura (ANIN), cuyas cabezas aún no se designan.

Es imposible no desear en nuestro fuero más íntimo que el giro sea positivo, pero los antecedentes de quienes están voceados para liderar el organismo no alientan, precisamente, el optimismo. Porque, en el papel, la ANIN estaría obligada a realizar las obras públicas de reconstrucción y los trabajos de prevención que no parecen interesar a las autoridades locales.

Gobernadores y alcaldes que se llenan de mote inaugurando obras absurdas o realizando inversiones y gastos de claro tinte populista o electorero, en lugar de usar los recursos que el gobierno central les ha asignado con fines de previsión y defensa ante eventualidades climáticas como las que se viven año tras año.

Pero, si bien en el norte la situación es endémicamente crítica, tampoco se pueden olvidar las otras regiones del Perú, a las que estos fenómenos igualmente afectan. Por ejemplo, en zonas altoandinas, aquellas que se encuentran entre los 2,800 y los 4,000 metros especialmente, han tenido precipitaciones fuera de lo común en días recientes.

De todas formas, ya que no con la fuerza con que se esperaba meses atrás, El Niño Costero llegará a las zonas más vulnerables, con la carga habitual de inundaciones para las cuales las autoridades sanitarias del gobierno deberían estar ya poniendo manos a la obra. No esperemos a que el desastre se desencadene para entrar en acción.

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