El proyecto representa una inversión de unos 200,000 dólares. (Foto: AFP)
El proyecto representa una inversión de unos 200,000 dólares. (Foto: AFP)

No escribo como víctima. Menos, con envidia. Lo hago con la urgencia y sarcasmo de un mundo que nos pasa por encima. “¡Sálvese quien pueda!”, de Andrés Oppenheimer, pregunta: ¿Qué pasará con nuestros trabajos en un mundo donde cada día salen máquinas inteligentes y softwares que reducen muchos de nuestros empleos? Y el libro enrostra: “47% de los empleos serán reemplazados por robots o computadoras inteligentes. ¿Quién está preparado?”.

El Perú de “estabilidad laboral absoluta”, no. Él está en posición desquiciante de luchar contra crear empleos o entrar en guerra con las máquinas, pretendiendo su estabilidad. ¿Qué dirán? ¿Que luchan por los derechos de las máquinas y su género, para casarse en matrimonio con humanos? ¿Impedirán su explotación por el hombre?

Las Vegas tiene robots que llevan el desayuno y cocinan. El sindicato de hoteles y casinos amenazó con ir a huelga por estos robots. Oppenheimer preguntó a su lideresa: ¿Cómo iban a competir con los robots que trabajan tres turnos por día, no toman vacaciones y no cobran sobretiempo? “No queremos competir con ellos (…). Pedimos que las empresas paguen por el reentrenamiento de los trabajadores que se van a quedar sin trabajo”.

La tecnología crea más empleos que los que elimina. Sobrarán trabajadores preparados, pero también lugares que los necesitan. Invitémoslos a venir al Perú. El mundo es de lugares no desperdiciados y ciudadanos del planeta con sueños, pasiones y trabajo por el éxito.

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