"No hay nada peor para la salud de un país, de la credibilidad de sus instituciones y poderes del Estado, que sus ciudadanos sientan que viven en ciudades sitiadas por el hampa".
"No hay nada peor para la salud de un país, de la credibilidad de sus instituciones y poderes del Estado, que sus ciudadanos sientan que viven en ciudades sitiadas por el hampa".

La propuesta del Ejecutivo para crear una Policía de Orden y Seguridad ya entró en los debates de los medios, así como en el de los corrillos políticos, con lo que pros y contras están a la orden del día.

La idea del Gobierno es positiva, pero con el desborde de la delincuencia, conviene tener en cuenta no una idea sino un abanico de posibilidades, a partir de experiencias en otros países, por ejemplo. Porque si se trata simplemente de suplir el déficit de policías en las calles (de 2020 a 2022 hubo más de 17 mil pedidos de baja entre pases al retiro, medidas disciplinarias o muertes por COVID-19), es que muy mal andamos.

Para el caso, se podría haber planteado algún mecanismo alternativo que no represente un riesgo para la institución y para la propia seguridad ciudadana. Mandar a patrullar las calles, con un arma en el cinto, a chicos con solo seis meses de preparación y un contrato temporal es, institucionalmente, lanzar una moneda al aire, como se indicó hace unos días en Perú21.

Los expertos sostienen que, más que proponer una nueva legislación, se necesitan medidas inmediatas que, en buena parte, tienen que ver con la capacidad de gestión. Algunos alcaldes de Lima han avanzado en ese sentido, redoblando la vigilancia urbana con fuerzas combinadas de Serenazgo y Policía, logrando resultados de momento encomiables. Lo urgente –la principal preocupación de los peruanos, como se expresó en la encuesta nacional de Ipsos– es, sin embargo, articular una política más estructurada para combatir el delito y devolverle la seguridad a las vías públicas: pistas y veredas.

Es decir, que los ciudadanos vuelvan a circular por las calles de sus ciudades más emblemáticas sin sentirse amenazados o tener que andar mirando detrás del hombro, a la defensiva, permanentemente. No hay nada peor para la salud de un país, de la credibilidad de sus instituciones y poderes del Estado, que sus ciudadanos sientan que viven en ciudades sitiadas por el hampa.

Sin ir muy lejos, se podrían replicar estrategias de Inteligencia como las que ya viene ejecutando el jefe de la División de Homicidios, Víctor Revoredo, que luego de asestar duros golpes al Tren de Aragua ahora va por los cabecillas de las diferentes facciones, entre ellos la criminal Wanda o ‘Bebecita del crimen’. Ejemplos no faltan, lo que ahora se necesita es que el Gobierno comience a dar pasos en firme en la misma dirección.