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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Imagine que usted quiere poner un negocio. Imagine que usted es un profesional de la salud y eso es de lo que sabe. Ahora imagine que descubre un hueco en la cobertura que ofrecen las aseguradoras más grandes del mercado. Estas no cubren –o lo hacen de manera insuficiente y con costos elevadísimos– un tipo de enfermedad que, cuando se presenta, requiere de tratamientos larguísimos y carísimos; o de intervenciones muy delicadas que no siempre tienen final feliz.

Listo, ya tiene su nicho y su oportunidad. Ahora toca implementar. ¿Cómo financiar las necesidades de salud de quienes acepten su propuesta y contraten el seguro que usted ofrece? Usted sabe que los costos de tratamiento son altísimos y los períodos pueden ser muy largos y, de hecho, ese es el gancho: una buena cobertura a un precio muy razonable frente a una competencia desavisada.

Imagine que tiene algunos problemas. El negocio iría de maravillas si no fuera porque la gente se enferma más de lo presupuestado y además se muere. Usted empieza a fallarle a algunos de sus clientes o a encontrarle cinco pies al gato para no asumir las coberturas pero sabe que tal situación es insostenible. Para colmo, el organismo del Estado encargado de atender la misma enfermedad –diseñado para personas con muy bajos recursos y que jamás serían sus clientes– le juega en contra porque hasta la gente con plata se mete.

Imagine que justo cuando está por rendirse, llega la luz: lo hacen ministro y usted decide que de aquí en más ese organismo del Estado será autónomo y su empresa de seguros trabajará directamente con él. Desde entonces, la gente contrata su seguro privado, pero la atiende el Estado. Soñar no cuesta nada.