La mandataria versus el mensajero. (Foto: Presidencia de la República)
La mandataria versus el mensajero. (Foto: Presidencia de la República)

Esta semana, la presidenta de la República, Dina Boluarte, se mostró ofuscada luego de que periodistas le preguntaran sobre su alta desaprobación en las encuestas. “Me gustaría que las encuestas las hagan ahí, donde está llegando el Estado, donde nunca antes había llegado”, dijo la mandataria.

La presidenta se suma a la lista de políticos, varios de ellos antecesores suyos, que si obtienen un buen resultado en las encuestas, se alegran y la usan de justificación para sus proyectos o políticas; pero si el resultado es negativo, la culpa es de la encuesta.

Lo cierto es que, lejos de molestarse con el termómetro por señalarle la temperatura, debería cuestionarse por qué es que tiene esa cifra. Debido a que las encuestas son solo un síntoma. Lo que genera esas cifras (inseguridad, crisis económica, escándalos) son la enfermedad.

Como bien señaló Guillermo Loli de Ipsos, las encuestas “son una herramienta científica sobre probabilidades que responden a todos los estándares internacionales para proyectar resultados y todos los ciudadanos tienen la misma probabilidad de ser encuestados”. En ese sentido, la mandataria debería prestarle más atención al sentir ciudadano sin caer en populismos.

Por ejemplo, Boluarte insiste en mantener un premier con escándalos y con un desgaste considerable, mientras que el 68% de la población pide un nuevo premier y el 37% quiere que sea un economista. En ese sentido, es evidente que el sentir de la población va en sentido opuesto a las decisiones de la mandataria y esto genera la sensación de que no se escucha a la ciudadanía.

Por ello, el Ejecutivo debe recibir los resultados de las encuestas con la suficiente humildad como para reconocer que hay cosas que no se están haciendo bien y enmendarlas. En ese sentido, las encuestas, lejos de ser un enemigo de los políticos, en realidad son un apoyo, pero solo si se sabe escuchar e interpretar las cifras sin caer en populismos. Señora presidenta, atienda la fiebre y no culpe al termómetro.

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