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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Aunque Susana Villarán parece haber llegado al final de su carrera política (en todo caso, así debería ser para promover una renovación de la izquierda que representa), sus seguidores y cuadros más cercanos podrían jugar roles importantes en el futuro. Ello depende de si son capaces de construir algo así como un posvillaranismo; condiciones tienen.

Después de mucho tiempo, un grupo relativamente joven y progresista tuvo acceso a la gestión pública. Si bien pecó del mismo mal que suele endilgarle a la derecha (tecnocracia aislada políticamente), aprendió lo que realmente significa gobernar una ciudad (más allá de los sueños de opio de universitarios indignados). Y, a pesar de sus severos errores, me inclinaría a decir que tuvieron un mérito: imponer un discurso reformista en gran parte de la ciudadanía. Inclusive encuestas poselectorales señalan que muchos capitalinos favorecen las reformas de la gestión saliente.

El rechazo limeño se concentra en la figura de Villarán y lo que ella representa (una sensibilidad social paternalista y setentera, soberbia y sin autocrítica). Por ello, el porvenir político de sus herederos supone superarla: defendiendo el reformismo de la gestión sin proteger a la alcaldesa, criticando con sensatez (no buscando enemigos ni autojustificándose) y examinando su nicho. En ese sentido, nadie mejor que ellos (conocen el monstruo por dentro) para ser los primeros fiscalizadores de la nueva gestión de Castañeda (¿el Apra será tibio?). Un discurso en beneficio de la transparencia (flaqueza de los 'solidarios') les permitirá ocupar el vacío dejado por el PPC, que capitalizó dicho perfil. La probabilidad de futuros 'Comunicores' es alta, lo que da espacio para que surja una izquierda fiscalizadora.