Café ultra amargo. (Foto de Presidencia de Colombia / EFE)
Café ultra amargo. (Foto de Presidencia de Colombia / EFE)

Gustavo Petro no deja de hacer noticia: si no es por boca propia, lo es por la ajena. Sus destemplados ataques a la democracia peruana, en pared con el presidente de México, para defender al golpista Pedro Castillo, si bien altisonantes, no han tenido mucho eco en los foros internacionales.

Todo indica, sin embargo, que el escándalo suscitado alrededor de su gobierno no tendrá el mismo destino. Y es que quien a floro pretende matar, a floro ajeno también puede morir. El mandatario colombiano se encuentra arrinconado en estos días por su antiguo hombre de confianza, que amenaza con contarlo todo sobre el financiamiento ilegal de su campaña, es decir, con presuntos fondos del narcotráfico, una sombra que lo persigue desde el inicio de su gobierno. La grabación difundida por la revista Semana es más que elocuente.

De hecho, no es la primera vez que se denuncian lazos entre políticos y narcotráfico en el país del norte, pues hablamos de volúmenes enormes de dinero sucio que los cárteles distribuyen en las esferas de poder, tanto militar como civil, para llevar a cabo sus objetivos. Pero en el caso de quien llegó a la presidencia de la República agitando banderas de probidad y combate a la corrupción, resulta, por decir lo menos, oprobioso que haya incurrido en eso mismo que, durante su campaña, achacaba a sus adversarios.

Ante el escándalo, lejos de allanarse a una investigación y colaborar con la justicia, Petro ha decidido hacerse la víctima comparándose justamente con su exhomólogo, el defenestrado Pedro Castillo y su destitución por el Congreso peruano.

Lo cierto es que los audios y la consiguiente denuncia han causado tal impacto que una serie de reformas que su gobierno ya había puesto en marcha acaban de ser suspendidas en el Parlamento. Los pedidos de que abandone el cargo de inmediato, que dé un paso al costado, tampoco se han hecho esperar.

Contra lo que piensan sus adeptos, la realidad se empecina en demostrar que la demagogia populista no es ningún antídoto ni mucho menos una garantía de honradez en la política moderna. Lo que sí queda claro en este caso es la razón por las que algunos presidentes son enemigos de la transparencia. Las maletas de doble fondo son un equipaje que siempre termina saliendo a la luz.