Un término por el que se conoce a la economía despectivamente es el de ciencia deprimente, traducción de “dismal science” en inglés. Siempre pensé que este se había originado por el hecho que la economía estudia cómo satisfacer necesidades ilimitadas con recursos limitados, otorgándole un tinte pesimista a la profesión. Hace unos días me vino la curiosidad de confirmar el origen del término.

Resulta que la primera vez que la ciencia económica recibió esa denominación fue en un artículo anónimo del historiador, ensayista y novelista inglés Thomas Carlyle en 1849, en la revista Fraser´s, donde mencionó que se trataba de una ciencia social que no era una ciencia alegre sino más bien triste, desolada, abyecta y miserable; concluyendo que era eminentemente una ciencia deprimente.

Carlyle defendía la esclavitud con vehemencia, algo a lo que se oponían muchos economistas de la época, incluyendo a John Stuart Mill, el más famoso entre ellos. Los principios de guiar las decisiones de la sociedad por la oferta y demanda que propugnaban los economistas se contraponían a los ideales de obediencia necesarios para la esclavitud que Carlyle idealizaba.

Stuart Mill fue particularmente crítico de esta férrea defensa de la esclavitud y paternalismo respecto a los pobres de Carlyle, lo que ocasionó las fuertes críticas en su artículo. Lo paradójico es que de jóvenes ambos se tenían mutuo aprecio por su admiración por la cultura germánica, el romanticismo y la historia; esto a pesar de sus grandes diferencias ya que Stuart Mill era un economista radical para la época, utilitario y liberal, mientras que Carlyle era antidemocrático, esclavista y opuesto a la economía.

A partir de ese artículo de hace más de 170 años, los economistas muchas veces enfrentamos una visión crítica de nuestra disciplina, que la concibe no solo como pesimista y poco clara, sino también no muy útil, lo que obviamente no es cierto.

Muchos aportes a la sociedad los originaron economistas como mencioné en un artículo hace unos meses, incluyendo: la teoría de las subastas, las políticas de precios diferenciados, la desregulación de los mercados, esquemas para acercar la oferta y demanda de donantes que permitieron un mayor número de trasplantes de órganos, innumerables innovaciones que han sido fundamentales para desarrollar los mercados financieros, y recientemente nuevas formas de análisis como big data.

Asimismo, los economistas tendemos a analizar los distintos riesgos al acometer nuevos proyectos, lo que es positivo ya que todo emprendimiento u organización requiere encontrar un equilibrio entre aquellos que se lanzan a nuevos proyectos sin un adecuado análisis de los riesgos subyacentes y los que se paralizan ante estos.