PPK
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Según la última encuesta de GfK publicada ayer por el diario La República, la aprobación de PPK ha caído hasta 15%, su desaprobación subió hasta 82% y –seguramente seguido de lo anterior– un nada despreciable 52% piensa que sería mejor para todos que se vaya a su casa y uno de sus vicepresidentes termine el periodo. Si siguiéramos a pie juntillas lo que dice el presidente Kuczynski, tendríamos que creer que más de la mitad de los peruanos se ha vuelto comunista o, en el mejor de los casos, de extrema izquierda. Y no es pues, no es.

Más allá de la anécdota y de los flagrantes intentos de negación y de –sin rubor alguno– ponerse de costado frente a la realidad, el Ejecutivo está sintiendo el impacto de que la opinión pública perciba mayoritariamente que no hay nadie al timón del país.

¿Y qué hace el Ejecutivo? En vez de enfilar las fuerzas que le quedan a diseñar y poner en ristre una estrategia de recuperación de la credibilidad –aunque sea una efectista y de corto plazo– se sube al avión con Kenji, invita a los kenjista (que siguen siendo minoría) a inaugurar puentes y pistas e intenta –sin éxito– echarle la culpa a la izquierda… ¡y a un muerto!

Es altísimamente probable que el repunte en la aprobación de Kuczynski en enero se haya debido, más que al indulto como a algunos les gustaría creer, al mensaje del 20 de enero en la noche cuando dijo, en resumen, que ya no se iba a dejar pisar el poncho. Y es en ese sentido en el que debería enfilarse la estrategia de lo que queda gobierno: por adelante los intereses del “pueblo” (la única entelequia que puede votar), y eso pasa por no desandar lo avanzado en educación, salud y seguridad entregándoselo a quien le ofrece lo que no le puede dar: legitimidad y operación política.
Mire sus números, es la única salida.

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