Un espectáculo lamentable. (AFP)
Un espectáculo lamentable. (AFP)

Los diputados electos, según el resultado de las últimas elecciones españolas, tomaron posesión de sus cargos, quedando constituida en forma solemne la XIII legislatura de las Cortes Españolas.

No sé si el número “13” va a tener alguna influencia en el devenir de este nuevo periodo, pero lo cierto es que el ambiente en el Congreso, el pasado día 21, presagia un periodo muy difícil y, para algunos, hasta esperpéntico.

De acuerdo con el Reglamento del Congreso, los diputados que accedan a la posición han de jurar “acatar la Constitución”. El problema es que en España no existe una fórmula obligatoria de expresar ese acatamiento. De manera que de un tiempo a esta parte, según se han ido incorporando al Congreso los “antisistemas” (que prometían acatar la Constitución y trabajar para cambiarla), los exterroristas (que inventaron la fórmula del “por imperativo legal, prometo” –olvidando que la esencia de la democracia es que las leyes obligan a todos por igual: todo debe hacerse “por imperativo legal”–), las fórmulas de acatamiento se han ido llenando de excentricidades.

Pero lo visto y oído en el nuevo Congreso ha llegado a límites insospechables. Los independentistas catalanes, que siguen en prisión, aunque obtuvieron permiso para acudir al acto, hablaron de acatar la Constitución por imperativo del mandato del 1 de octubre (¿cómo hay que entender esta fórmula?). Y prometieron, en su condición de “presos políticos”. O sea, que si quedan en libertad, ¿admiten perder su condición de diputados?

En fin, todo fue un sinsentido. Un espectáculo lamentable no solo por las formas, también por el fondo. Fuera de la sinrazón de quienes pretenden ser diputados de una nación a la que no reconocen e intentaron subvertir.

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