El presidente Martín Vizcarra acompañó a Salvador del Solar y Vicente Zeballos para justificar la ausencia del Ejecutivo en el debate. (Foto: Alessandro Currarino / GEC)
El presidente Martín Vizcarra acompañó a Salvador del Solar y Vicente Zeballos para justificar la ausencia del Ejecutivo en el debate. (Foto: Alessandro Currarino / GEC)

Un jefe de Estado debe enfocarse en las necesidades del país y buscar soluciones a los urgentes problemas que vive la mayoría de nuestros compatriotas. Una caminata tempranera de Palacio de Gobierno a la plaza Bolívar hará seguramente sudar al presidente Vizcarra y a su primer ministro, pero no sacará a la economía de la parálisis en que se encuentra. Un súbito envalentonamiento ante el habitual boicot de la mayoría que domina el Congreso, esta vez contra las necesarias reformas políticas, no desbloqueará las carreteras en Las Bambas, donde, eso sí, ya todos queremos que se baje el telón de una vez por todas.

Desde la aparición de los medios masivos, el efectismo en la conducta pública de los protagonistas ha impregnado todas las esferas del debate político: las formas y los estilos por encima de contenidos claros y propuestas sólidas. Los frecuentes sondeos de opinión y la aparición de las nuevas tecnologías y las redes sociales no han hecho sino fortalecer exponencialmente la tendencia.

Las profecías de Marshall McLuhan (El medio es el mensaje) y Guy Debord (La sociedad del espectáculo) se quedaron cortas y terminaron siendo superadas por la realidad. No hay político sobre el planeta que hoy se atreva a desoír los cantos de sirena de las pantallas portátiles que proyectarán sus palabras y gestos en un sentido u otro, con la consiguiente repercusión en la próxima ronda de encuestas. De ahí, pues, el estudiado histrionismo de incontables autoridades o líderes políticos actuales, entre los que no es casualidad que, en no pocas democracias del mundo, se cuente cada vez mayor número de actores, productores, cómicos, animadores de televisión y oficios afines. El dominio de escena es un atributo a estas alturas imprescindible en toda carrera política que se precie.

Pero si bien es posible ganar elecciones y alcanzar altos porcentajes de aprobación con determinadas estrategias de gestos estentóreos o simplemente llamativos, de cara a lo que antes se conocía como “plateas”, no es una suma de ‘likes’ lo que sacará al Perú del subdesarrollo. Y mucho menos lo hará un efímero salto en las encuestas, que es para lo que prácticamente vive la totalidad de la clase política.

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