notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Los gestos y los dichos de los miembros de Peruanos por el Kambio, de Fuerza Popular y del Frente Amplio alejan cada vez más la posibilidad de una convivencia pacífica en el escenario político.

La confrontación es cada vez más frecuente, y mientras más nos alejamos del fin de las elecciones, más sube el tono de las posiciones, y más claro es que cada agrupación se va a atrincherar en sus espacios, para hacer valer su respaldo.

Si esto parecía que se trataba de un enfrentamiento entre los mandos medios, y entre los mismos rebeldes de siempre, el desafiante mensaje de Keiko Fujimori señalando que van a convertir las propuestas de su plan de gobierno en leyes y la fulminante frase del presidente, Pedro Pablo Kuczynski, de que quien está manejando el carro es él –y tiene razón en esto–, y de que las críticas le entran por un oído y le salen por el otro, nos muestran que el distanciamiento se da también en el nivel más alto, lo que reduce las posibilidades de que las hostilidades dejen su lugar al consenso.

En medio de este fuego cruzado están el presidente del Consejo de Ministros, Fernando Zavala, por un lado, quien tiene la difícil tarea de tratar de acercar posiciones con todas las agrupaciones representadas en el Congreso, y la titular del Parlamento, Luz Salgado, por el otro, quien más por la posición que ocupa que por convicción, tiene que buscar mantener el buen desempeño en el Congreso, aunque sin prescindir de los objetivos claros de un fujimorismo que busca demostrar que es la primera fuerza política del país.

En ese escenario, sería un error hacer de cada acción –desde el Ejecutivo, y desde el Parlamento– un objetivo irreductible o una guerra sin cuartel, a no ser que lo que se busque sea, precisamente, agudizar las contradicciones para alcanzar algún objetivo hasta ahora no conocido.

Zavala y Salgado tienen que conversar más, entre ellos y con los suyos y los otros, pero con mucha reserva y prudencia, y menos reflectores.