"Apesta la represión de los derechos individuales porque está bajo sospecha esa coacción sistemática y organizada de agencias monopolistas de la violencia que conocemos con el nombre de estados".
"Apesta la represión de los derechos individuales porque está bajo sospecha esa coacción sistemática y organizada de agencias monopolistas de la violencia que conocemos con el nombre de estados".

Dios deja en libertad a los hombres hasta el punto de permitir que se revelen contra él. Así, “danos un rey para que nos gobierne” fue un golpe de Estado de jefes y ancianos de Israel contra Samuel y los árbitros que resolvían los conflictos del pueblo de Dios. Samuel, disgustado, invocó a Yavé y este le dijo: “No es a ti a quien rechazan, sino a mí (…). Acoge su demanda, pero diles bien cómo mandará el rey que los gobernará”. Y Samuel les dijo que tomará a sus hijos para cuidar sus carros y caballos, trabajar sus campos, cosechar su trigo y fabricar sus armas. A sus hijas, para sus perfumistas, cocineras o panaderas. Que lo mejor de sus campos, viñas y olivares serán para sus eunucos y servidores. Que cobrará el diezmo de sus cosechas, su uva y su ganado y que, en suma, pasarán a ser sus esclavos, lamentando el rey que se eligieron. El pueblo no quiso hacerle caso a Samuel y le dijeron: “No importa, queremos un rey”.

Dios es libertario, deja hacer y pasar dentro del orden espontáneo que él ha creado, incluido el del mercado, pero para sus contrarios siempre ha sido su objetivo destruir la obra de Dios. Alzarnos contra esa destrucción es arduo y tiene ídolos fáciles y populistas en la otra trinchera.

Apesta la represión de los derechos individuales porque está bajo sospecha esa coacción sistemática y organizada de agencias monopolistas de la violencia que conocemos con el nombre de estados. Huele mal la anormalidad impuesta por gobiernos y agencias perforados por el mercantilismo o la neurosis de poder. Me dan más miedo que los tiranos, los que dejan avanzar “El ogro filantrópico” de Octavio Paz.

Estamos jugándonos la libertad, estemos en la trinchera correcta y con el aliado más potente: Dios.

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