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Redacción PERÚ21

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Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantesrvasquez@peru21.com

UNO. Nadine Heredia se consolida como la gran ganadora del affaire López Meneses. La crisis política se llevó de encuentro varios poderes paralelos, menos el suyo, que es el principal. Como esposa de quien formalmente lleva las insignias del mando supremo, su poder espurio se ha consolidado, pues la gravedad de la crisis política dio una oportunidad de oro a los institucionalistas para ponerla en su sitio al estar su consorte contra la espada y la pared. No ha sucedido así porque nadie ha tenido la fuerza o el interés para liderar esa empresa. El gabinete de la "luz verde", o sea el suyo, sigue siendo el mismo y goza de muy buena salud. Lo que quiere decir que a la doña no la mueve nadie ni nada hasta el 2016.

DOS. César Villanueva, el presidente del Consejo de Ministros, ha dicho en su investidura ante el Congreso que ha venido "a cambiarle la cara" a la PCM. Nunca un premier ha sido tan certero y honesto con sus posibilidades. Porque, en efecto, eso es el señor Villanueva: un cambio de cara. Se fue la de Jiménez Mayor rumbo a Washington, a la Embajada del Perú en la OEA, y llegó la del señor Villanueva. Su función en el teatro de la política es la de un unipersonal. No tiene ninguna fuerza propia. Se representa a sí mismo en un gabinete heredado en cuya elección él no ha tenido nada que ver. Tuvo su oportunidad para demostrar el liderazgo que se le exigía cuando la crisis le abrió la puerta para poner a unos cuantos ministros de su confianza pero, simplemente, no pudo. Por eso es tan gracioso escuchar a algunos colegas míos que, luego de algunas llamadas telefónicas del interesado y de los jerifes de los gremios empresariales, consideran que Villanueva tiene toda la "intención" de no ser un premier de paja. La política se analiza en base a hechos, no a intenciones. Los hechos mandan y nos dicen que: ¿Cuántos son los hombres de Villanueva en el Consejo? ¿A cuántos podrá poner cuando no pudo hacerlo en su mejor momento? Bueno, ahí tienen su respuesta. Ahora bien, que con premieres de paja la economía siga creciendo y los bolsillos engordando, ese es otro cantar.

TRES. A diferencia de lo que dicen muchos amigos de derecha, la elección del único ministro nuevo, impuesto por las circunstancias de la crisis, es políticamente buena. Buena para el Gobierno, se entiende. No para la seguridad pública de la que Walter Albán no sabe ni aporta absolutamente nada. Poco importa eso a estas alturas del partido, pues la cosa no se va a arreglar en los dos años y medio que le quedan al Gobierno.

Lo que importa, sí, es que Albán le proporciona aliados de los poderes fácticos invalorables. En efecto, las redes sociales, las ONG de los "plantones" y la "opinología" de los que generan corrientes en los medios están dominadas por esos a los que se les suele colgar el sambenito de "caviares", "progresía" "rojimios" y cuanto hay. Son poderosos porque están articulados en una estrecha argolla de intereses ideológicos blandos pero, sobre todo, crematísticos. O sea la plata, pues. Consultorías y asesorías estarán a la vuelta de la esquina en el Mininter. Tenerlos a su favor con uno de los suyos en el ministerio más explosivo del régimen es un lujo que cerrará bocas o las abrirá siempre para coludirse con la honestidad y buenas intenciones del señor ministro. Sin duda, un alivio para el Gobierno.

CUATRO. A excepción del aprismo y el fujimorismo, por las razones que fuere, la oposición ha demostrado que está en la calle. No tienen confianza, aunque se la dan, sino "esperanza" en el gabinete. Esperanza en el mismo gabinete del que pedían el relevo con su jefe a la cabeza no hace ni un mes. O sea, una burla al país y a la inteligencia. En la próxima tempestad, ellos sí que no tienen esperanza.