(Foto: Peru21.pe)
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El Perú cometió un error garrafal desde que abdicó de su soberanía jurídica hace años al someternos a la Corte IDH. Es cierto que la vía judicial interna es un desastre (¡Si tenemos vocales supremos de vergüenza como ese César San Martín!) y que en el Perú se han dado muchos gobiernos abusivos, pero el remedio ha resultado peor que la enfermedad: esta Corte IDH no es un órgano jurídico neutral sino uno político y siempre controlado por la “progresía” (o caviarada) más activista. Por eso hemos hasta tenido que indemnizar a terroristas y aceptar los fallos más humillantes.

Esto no es el CIADI, donde árbitros discuten técnica e imparcialmente los litigios económicos y en donde sí ha valido la pena renunciar a esa parte de nuestra soberanía económica (la vía judicial interna era demasiado corrupta, arbitraria, ignorante y lenta para cualquier inversionista).

Esto es un instrumento de poder y dominación política disfrazado con un manto jurídico, porque esta Corte IDH completa internacionalmente el yugo caviar que nos oprime internamente, en un “país” donde quienes tienen una influencia desproporcionada en el aspecto legal son la caviarada de la PUCP y de ONGs como el IDL y otras.

Por eso la izquierda salta como un resorte cuando se cuestiona a la Corte IDH, acompañada por los tontos útiles, esos coleguitas que son esclavos de lo que braman las redes y los leguleyos de siempre. Los EE.UU. y Canadá no son tontos y por eso no han firmado el Pacto de San José.

Y hay países democráticos que se han retirado, como Trinidad y Tobago. Aquí se pretendió un retiro parcial a finales de los 90 ante unos fallos inadmisibles, pero este no cabía. El retiro tiene que ser total y, además, lamentablemente, el sumo pontífice caviar Diego García Sayán nos reintegró cuando fue ministro de Justicia del endiosado Paniagua. ¡Hoy la CIDH se sienta encima de nuestro TC! La verdad es que nunca debimos pasar de ser una remota provincia ultramarina española. Esto no daba para mucho más.