Christian Cueva respondió a sus críticos tras fallar un penal en el Perú vs. Nigeria. (AFP)
Christian Cueva respondió a sus críticos tras fallar un penal en el Perú vs. Nigeria. (AFP)

Todos nos levantamos temprano y las horas se hicieron largas mientras esperábamos que empezara el partido entre Dinamarca y Perú. Muertos de nervios. Sonrientes pero temerosos. Nuestras emociones pendían de un hilo y nuestra paciencia estaba un poco corta. Los niños chicos –sin terminar de entender lo que pasaba– participaban a ratos y luego se iban a jugar. Algo grande está ocurriendo y hay que entonar la voz para cantar el himno nacional.

El día a día se siente duro. Cansado y sudoroso te abres paso entre la gente que, como tú, espera que pase el micro. Subes, un poco a empujones y un poco sin ganas, y te acomodas para que pase el tiempo que toma el viaje en el que vas a casa. No fue un buen día. Te miras las manos aún vacías y te preocupas pues en casa hay demandas. Tu niña necesita ir a la posta y ojalá no sea influenza, piensas. Cabeceas y dormitas en el trayecto. Tu cabeza contra la ventana va dando golpecitos incómodos mientras con fuerza abrazas tu mochila, por si acaso. Pasajeros suben y bajan. Altos, bajos, morenos y pálidos, tímidos ensimismados en sus auriculares con esos grandes ojos que observan todo. Un bebé llora y su madre le da pecho. Aún falta mucho para llegar.

Una jugada complicada que deja la sensación de penal no termina de definirse. Gritamos todos, batimos las manos, indignados, la voz se nos corta a medio salir. El VAR dice que sí, que sí es penal. A prepararse. Respirar hondo y encomendarse. Por tu cabeza pasan todas las imágenes y mensajes. La presión es pesadísima, inaguantable. Todo el país te mira. Disparas.
Un gran silencio inunda tu mente. Las bocinas del tráfico te despiertan. Parpadeas. Tu cuerpo cansado prefiere seguir así como está. No se puede. Toca espabilarse, ajustar la mochila contra el cuerpo, perderse en pensamientos a la vez que planear la estrategia para remontar mañana. Mañana será mejor. Lograrás concretar esa meta. Llegarás a casa feliz, rebosante de esperanza. Podrás llevar a tu niña a la posta. Ella no tendrá influenza. Ustedes podrán disfrutar el momento. Qué alegría es vivir.

Pausa. Todos aguantan la respiración esperando el cañonazo. Los segundos se vuelven interminables. Se cierran los ojos, se aguantan los latidos del corazón. Se sufre. En tu casa te esperan con expectativa. ¿Mañana habrá almuerzo? ¿Podremos llevar a la niña a la posta? Se preguntan mirando el reloj mientras esperan tu llegada.

Hoy no, mañana sí. No importa el resultado; siempre tendremos esperanza. La fuerza que nos da la unidad es invencible. Te queremos, Cueva. Y a ti también. Todos sabremos remontar. No nos dejemos vencer. Sigamos hinchando.