No hay experiencias que merezcan la pena ser anunciadas ni estrategias urbanas que beneficien a la ciudad, señala la columnista. (Foto: Andina)
No hay experiencias que merezcan la pena ser anunciadas ni estrategias urbanas que beneficien a la ciudad, señala la columnista. (Foto: Andina)

Esta semana tuve la oportunidad de participar del Bloomberg City Lab, una conferencia anual organizada por Bloomberg Philanthropies y el Aspen Institute, que en su décima edición ha convocado a alcaldes, innovadores urbanos, empresarios y activistas a la ciudad de Washington D.C. Y debo decir que resulta difícil responder a las preguntas que nos hacen en relación a nuestro país. ¿Cómo contestar a la pregunta sobre qué es lo que pasa con la democracia en nuestro país? ¿Cómo responder a la pregunta de cómo estamos los peruanos en este contexto de crisis perpetuas? ¿Cómo responderlas sin perder las esperanzas o apelar a la resignación, sin que nos gane la frustración o la ira?

Ha sido fascinante escuchar las experiencias de muchas ciudades del mundo y cómo están implementando políticas urbanas innovadoras con el objetivo de mejorar la vida de sus habitantes. Ha sido increíble escuchar sobre políticas para atender a la población migrante o a quienes no tienen techo, y sobre estrategias para promover bibliotecas inclusivas y libres, así como parques y espacios públicos de calidad.

Aprendimos muchos sobre cómo alcaldes y alcaldesas reafirman su compromiso para con sus comunidades haciendo lo posible por representarlos, procurando conseguir los recursos necesarios para implementar obras y políticas de vivienda social, transporte y movilidad sostenible, arte y cultura, inclusión y adaptación al cambio climático. Conocer las experiencias con las manzanas del cuidado que implementan en Bogotá o las estrategias para mejorar el transporte público en Londres que promueven desde Transport for London son inspiradoras. Pero, además del gusto de escuchar sobre todas estas acciones, también da un poco de envidia.

Envidia pues no tenemos mucho que contar desde Lima. No hay experiencias que merezcan la pena ser anunciadas ni estrategias urbanas que beneficien a la ciudad. Quizá lo que podemos contar es cómo algunos alcaldes continúan persiguiendo a ciudadanos que salen a hacer deporte o a niños que juegan en parques. O podemos compartir cómo les echan la culpa a sus vecinos cuando les roban sus celulares o los casos de policías de Tránsito que no hacen su trabajo e ignoran las denuncias ciudadanas de autos mal parqueados.

¿Cómo hablar de Lima así? Lo único que nos queda es recoger las experiencias de ciudadanas y ciudadanos activos con ganas de transformar sus barrios, a pesar de las autoridades que tenemos, los escasos recursos existentes y el camino que transita hacia un Estado cada vez menos democrático.