Luis Castañeda Lossio afronta su segundo año de gobierno municipal. (Luis Gonzáles/Perú21)
Luis Castañeda Lossio afronta su segundo año de gobierno municipal. (Luis Gonzáles/Perú21)

Esta semana la CAF, el Banco de Desarrollo de América Latina, organizó una importante cumbre sobre ciudades en Lima. La conferencia llamada Ciudades con Futuro trajo a Lima a especialistas de renombre, entre ellos al presidente de ONU Hábitat Joan Clos, ex alcalde de Barcelona. Además, invitó a alcaldes y ministros de distintas ciudades y países de la región. La participación de nuestros representantes nacionales fue interesante. Los ministros de Vivienda, Carlos Bruce, y del Interior, Carlos Basombrío, dieron buenos discursos. El viceministro de Ambiente, Fernando León, hizo hincapié en las vulnerabilidades urbanas y la ministra Molinelli acierta al vincular el desarrollo urbano con las brechas sociales. Ojalá que esto dé pie a políticas nacionales de fortalecimiento de las ciudades del país, que tienen más de 50 años de atraso.

Sin embargo, en redes sociales muchas personas cuestionaban la asistencia del alcalde de Lima a una cumbre sobre ciudades sostenibles. Más que una ironía, algunos lo entendían como una afrenta. ¿Qué tiene que hacer ahí el alcalde que acababa de anunciar sus intenciones de construir otro by-pass, esta vez en la Av. Aramburú, talando árboles y priorizando al auto privado y no a las personas? Eso es exactamente lo contrario a lo que la conferencia buscaba promover: el desarrollo sostenible de las urbes de la región.

El alcalde Castañeda finalizó sus extensas palabras de bienvenida bromeando sobre su apodo del ‘Mudo’, pues esta vez no estuvo callado, aunque solo habló de lo que siempre habla: sobre su experiencia en el IPSS y la idea de utilizar los buses viejos para convertirlos en consultorios, recordó las escaleras –muy valiosas para las personas más pobres– y mencionó a los parques zonales, a los que se empecina en llamar “clubes”, creyendo que a los ciudadanos hay que darles exclusividad, por medio de un pago, y no acceso y uso libre. El público, entendido en temas urbanos, se crispó cuando el alcalde anunció orgulloso que, para entrar a los parques, había que pagar entrada. Esta es quizá una de las pocas experiencias en el mundo en que el espacio público es en sí mismo antipúblico. Por último, el alcalde Castañeda dejó en claro que los ciudadanos deben pagar por todo a lo que acceden. Para quienes entienden la ciudad como un bien público sobre el cual se tributa, sus argumentos son poco convincentes.

A pesar de la ironía, la elección de Lima como sede de esta conferencia es relevante, ya que se configura en una gran oportunidad para darnos cuenta de nuestros retos e identificar experiencias que nos sean útiles. Eso sí, una lástima que nuestro alcalde no pudiera mostrar planes urbanos concretos ni obras sostenibles y que solo hablara de la Lima del pasado y no la del futuro. Esa que es, justamente, la Lima que queremos.