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Entre tanto caos en nuestro contexto local, ha pasado desapercibida la creciente animosidad entre China y Estados Unidos, lo que ha llevado a algunos expertos a declarar que estamos en las puertas de una nueva guerra fría.
Ya desde el año pasado venían en escalada las tensiones sobre Taiwán, un país que China considera su territorio y el resto del planeta reconoce, tímidamente para no ofender mucho a Xi Jinping, como autónomo.
La pandemia también desnudó lo dependiente que son las economías avanzadas de China para obtener microchips, lo que ha causado una urgente carrera por controlar la cadena de suministros, manufactura y distribución de estos pequeñísimos pero cada vez más vitales procesadores.
La más reciente alarma de Ovnis parece ser, en parte al menos, una guerra de globos y aparatos de espionaje entre estas naciones.
En una guerra fría se eligen batallas indirectas y la próxima ya se está dando en un escenario inesperado: TikTok. Aunque muchas personas no lo saben, en especial los jóvenes, la red social es de propiedad privada de una empresa basada en Beijing: ByteDance. A pesar de una estructura corporativa y transnacional, es sabido que no puedes operar una compañía en China sin ceder a las presiones del Partido Comunista. Incluso Jack Ma, fundador y exdueño de Alibaba, aprendió esta lección a la fuerza. La reciente noticia sobre TikTok espiando a periodistas que estaban investigando la plataforma, confirma la preocupación de muchos.
Los que tienen hijos adolescentes o han descargado TikTok pueden atestiguar lo alucinantemente adictiva que es la plataforma. Su éxito reside en un potente algoritmo de recomendaciones que gigantes como Instagram y YouTube han tratado de imitar sin éxito.
En EE.UU., demócratas y republicanos, e incluso voces sensatas, ya están sugiriendo su prohibición total. El contexto geopolítico, la baja edad de sus usuarios y su poder adictivo aseguran que el 2023 será una año turbulento para la popular red social.
