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Redacción PERÚ21

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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com

Esta frase corresponde al filósofo cristiano Emmanuel Mounier, quien agrega: "La primera revolución es la supresión de la miseria y de la inseguridad vital". Y esa revolución aún no la hemos hecho. Hubo intentos que habituaron a algunos a pensar de otro modo. A pensar, por ejemplo, que el hambre involuntaria es un insulto, pero en materia de logros estamos lejísimos de una meta digna. Mas, seguramente hoy existen más desposeídos –hablando solo de cantidades– que en cualquier otra época de la historia.

Nuestra deuda con nuestra propia humanidad no solo sigue sin saldarse, sino que hemos agravado la falta pues hoy disponemos de tecnologías apropiadas para alejar a todos los seres humanos de la miseria. Y condenaba Mounier, en profecía que ha transmutado en cada vez más dolorosa y evidente realidad, que "la economía que condenamos es la economía de la desconfianza y del enriquecimiento". Aquella que es ajena a la bella aventura de la generosidad, al placer de compartir. A la emoción extraña e indefinible, al menos para mí, de sentirnos parte de un algo superior –y no hablo en términos metafísicos– de este breve parpadeo de conciencia que es nuestro paso por la vida. Estas reflexiones posteriores a la época de mayor violencia consumista de cada año pueden parecer un dislate. Casi un intento de arruinar alguna digestión o de disminuir el valor real del último cachivache tecnológico. No es mi intención, solo que mi cerebro opera en consonancia con los impactos que su entorno le propone, y estos son los resultados.