TIERRA SANTA. Días antes del ataque reunidos en la entrada de un cenáculo, en la parte antigua de Jerusalén.
TIERRA SANTA. Días antes del ataque reunidos en la entrada de un cenáculo, en la parte antigua de Jerusalén.

De pronto, el estruendo, el pasar de los misiles en el cielo anunciando que la muerte está cerca y que la guerra no termina. El sonido de las sirenas y de las bombas interrumpió el tour por Tierra Santa. De pronto, también el miedo, el horror. El sacerdote Alberto Clavell y otros 50 peruanos, todos adultos, entonces, apuraron el paso, en medio de las estrechas calles de Jerusalén. Corrían hacia el bus de la agencia de turismo que los trasladaba por distintas partes de Israel, mirando arriba. Siempre hay un por si acaso que los puede salvar. Unos proyectiles interceptados por el Domo de Hierro se advierten caer hechos pedacitos. Están lejos de Gaza, pero tienen miedo y temen lo peor. Gritan algunos y lloran otros. Ver misiles da miedo. Y el miedo es también, a veces, la antesala de algún milagro. “Es la divina providencia”, asegura el cura.

Minutos antes de que los misiles surcaran el cielo israelí, los compatriotas acababan de cruzar la frontera, tras visitar Belén, para continuar con el recorrido iniciado hace diez días cuando el avión los sacó de Lima en un viaje largo. Debían llegar al Santo Sepulcro, pero unos fuertes sonidos detuvieron el recorrido.

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Arequipeños, cajamarquinos, chiclayanos y limeños integran esta delegación que vivió momentos de terror tras el ataque de Hamás la mañana del último sábado. Veinte minutos después, el bus con los peruanos llegó antes de tiempo al hotel donde debían hospedarse. Un caos: los que debían retirarse al mediodía no querían salir, los que debían hospedarse, esperaban en la recepción.

“Hubo susto, muchos sintieron miedo apenas escuchamos las bombas y vimos los destellos de los cohetes en plena calle. Las esquirlas caían por todos lados. Hubo llanto y rezos en el trayecto al hotel, era lógico que temieran lo peor, pese a la lejanía del conflicto. Ha sido la divina providencia la que nos puso a salvo”, relata el padre de la iglesia San José María Escrivá de San Borja, que reunió a sus compañeros de tour para rezar con ellos y pedir que acabe la guerra.

Ya aliviados y protegidos bajo el hotel, ese interrumpido y largo sábado sirvió para que la delegación nacional alivie con una llamada la preocupación de sus familiares en Lima y otras regiones.

“El bombardeo nos ha unido más. Somos un grupo de peruanos, la mayoría desconocidos, que compró sus pasajes a través de una agencia de viajes para conocer esta hermosa tierra. La situación aquí se va a poner peor, los judíos no andan con bromas. Están muriendo muchos inocentes. La paz no debería conseguirse con muertes”, reflexiona Clavell, que señala que el domingo la ciudad empezó a retomar la normalidad. Yo no se escucharon misiles. Ya abrieron algunos negocios, ya circulan los tranvías y también los vuelos internacionales. Precisamente, un grupo de compatriotas emprenderá su regreso hoy, y el resto viajará a Lima este martes.

“Las calles están llenas de feligreses como nosotros, el conflicto es en Gaza, pero hay que caminar con cuidado. Ayer pudimos conocer por fin el Santo Sepulcro”, narra Clavell, que, tras el feroz ataque palestino, sostiene con sus palabras la fe y la tranquilidad de sus compatriotas.

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TURISTA AREQUIPEÑA: “ESTAMOS A SALVO”

Una de ellas es Leonor Mendoza del Solar, una arequipeña que llegó hasta Israel junto a una amiga y paisana en un viaje postergado por largos años.

“Ha sido fuerte ver misiles atravesando el cielo, siendo interceptados y cayendo al piso. El paseo se suspendió allí, mucha gente se puso nerviosa y tenía miedo. Aquí felizmente no se ven esas imágenes de terror que se muestran en la televisión. Pero estamos a salvo”, contó Leonor a Perú21.

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