Redacción PERÚ21

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Jaime Cabrera Junco en Twitter

Si es cierto eso de que las cosas pasan por algo, (Lima, 1975) podría decir que su salida de la televisión hace unos meses le ha servido para dedicarse de lleno a terminar de escribir su tercera novela. Admirador de la literatura norteamericana y de quien le diera el visto bueno a su ópera prima, este periodista y escritor nos habla sobre el poder de la literatura. Esa magia invisible que satisface a quienes se dedican a explorarla.

En una entrevista dijiste que escribir es tu verdadera vocación. ¿Eso te hace sentir más un escritor que un periodista? O, dicho de otro modo, ¿eres un escritor dedicado al periodismo por razones alimenticias?Es bien difícil, sino imposible, encontrar en el Perú escritores que vivan de escribir. Los escritores son personas que tienen una gran pasión por escribir, pero se ganan la vida de otra manera. En mi caso me tocó ser periodista y trabajar en la televisión por una serie de casualidades y, claro, comprendo que eso sea más llamativo que mi vocación literaria, pues la televisión tiene un impacto mayor, una proximidad mayor con la gente, pero mi principal vocación es la literatura.

¿Desde cuándo empezaste a escribir? ¿Cómo surge esa inquietud literaria?(Piensa unos segundos). Digamos que siempre he tenido una gran proximidad por el arte, especialmente por el dibujo. Era bueno haciendo caricaturas en el colegio (sonríe) y quizá decidí dejar el arte plástico por temor a la eventualidad de ganarme la vida como artista y fracasar. Pero en mí había una fuerza muy poderosa que me exigía expresarme, que del dibujo y la pintura pasó a ser la palabra impresa.

Noche de cuervos, tu primer libro, dices que lo escribiste con rabia. ¿Qué desencadenó esa amargura? Me llamó la atención esto porque contaste una vez que a los 19 o 20 años sufriste una "abismal depresión".Sí, bueno, era un momento difícil porque cuando tenía 17 años mis padres se separaron y no volvieron a juntarse nunca más. Escribir esa novela fue un primer paso para pasar al mundo de los adultos, porque toda esa rabia que se incubó en los primeros años universitarios la traduje de manera creativa en esa novela. Este es un libro que veo con mucha autocrítica a la distancia, y si me lo preguntas ahora, no la hubiera publicado, la habría dejado como un ejercicio de catarsis.

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