Puno es la región más convulsionada del país.
Puno es la región más convulsionada del país.

Por Asociación de Contribuyentes

es la región más convulsionada del país. La violencia no se detiene, las muertes tampoco. Pero esta realidad supera la coyuntura política. El rechazo de sus supuestos ‘líderes’ y autoridades a la presidenta Dina Boluarte no explica todo el daño que se están autoimponiendo. Hoy, Puno parece querer convertirse, voluntariamente, en una especie de región sin orden, sin control y fuera del sistema. ¿Qué pasa en Puno? ¿Cómo entender su actitud frente a la crisis que atravesamos?

Puno es hoy la región más pobre. La pobreza monetaria en 2021 alcanzó el 42.6% de la población puneña. Es preocupante que la incidencia de la pobreza no ha presentado una reducción consistente año tras año en las últimas décadas, a diferencia del nivel de pobreza promedio nacional que ha disminuido. Esto se traduce en que en 2021 Puno fue la región más pobre del Perú. La pobreza extrema tuvo la misma tendencia, con una evolución mixta, llegando en 2021 a 11.40%.

Puno es hoy la región peor alimentada. A pesar que Puno presenta un índice relativamente bajo de desnutrición en niños menores de 5 años; es la región con los mayores niveles de anemia en niños menores de 3 años (70.4%) superando a todas las demás regiones del país. Niños mal alimentados son niños que no pueden estudiar y por lo tanto no serán productivos en el trabajo.

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Puno es una región con un pésimo sistema de salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un mínimo de 23 médicos, enfermeros y obstetras por cada 10,000 habitantes para garantizar una prestación adecuada del servicio. No obstante, el Perú está lejos de esta cifra de acuerdo al último reporte del Ministerio de Salud (Minsa). El Perú cuenta con apenas 13.6 médicos por cada 10,000 habitantes, 9.4 menos que lo recomendado por la OMS. Puno cuenta con 7.2 médicos por cada 10,000 habitantes (2018).

Puno es una región extremadamente informal. Al finalizar 2020, Puno concentró 45,618 empresas que representan el 2.6% del total de empresas formales del país y 45,427 mipymes. Por otro lado, el 90% de la fuerza laboral puneña es informal, donde los trabajadores ganan menos de S/650 en promedio al mes.

La cultura aimara, según muchos especialistas, se caracteriza por ser empoderada, autónoma, libre de influencias externas. Se identifica primero con su comunidad, luego con sus tradiciones y en tercer lugar con sus circunscripciones administrativas o políticas. Si a este localismo tan arraigado, psicológico y cultural, sumamos que en Puno no hay Estado que funcione, y existe mucha pobreza, mucha informalidad, pésima alimentación y salud, ¿qué otra cosa podríamos esperar de una población que no se siente parte del país y que simplemente no tiene nada que perder? La tarea en Puno es titánica y de largo aliento, pero el primer paso es anular el liderazgo de un grupo de actores que está amenazando a la población, la empobrece y para colmo, por una supuesta causa que cada vez pierde más sentido y relevancia. Esperemos que Puno despierte y se rebele contra estos líderes que no los dejan trabajar, crecer ni vivir su vida de manera normal.

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