Con lágrimas en los ojos y en tono suplicatorio, más de un hincha se confiesa en el Aeropuerto Jorge Chávez. La estaca de la FIFA en el corazón de todos los peruanos por un presunto dopaje de no sanará nunca. El rumor "positivo por droga social" es imperdonable.

El capitán de la  arribó a Lima este domingo por la mañana procedente de Río de Janeiro, dos días después del anuncio lapidario que determinó su ausencia en el repechaje con Nueva Zelanda.

La expectativa por la llegada del atacante nacional concentró a la prensa local y a medio millar de aficionados de la bicolor; sin embargo, Paolo, como en los campos de juego, eludió con destreza a todos los que esperaban su aparición en la habitual salida para vuelos internacionales del principal puerto aéreo del país.

Solo el bullicioso y enérgico grupo de hinchas que se mantuvo expectante por un contacto, al menos discreto y distante, en los exteriores del Jorge Chávez pudo captar la salida del Guerrero que hoy busca justicia.

Una mano alzada hacia el público que coreaba su nombre fue suficiente. "Gracias, muchachos", fue el mensaje de Paolo. No fue necesario decirlo.

Una sanción temporal de 30 días contra Paolo Guerrero por un resultado analítico adverso en el control antidopaje del duelo con Argentina lo alejará de las canchas, pero no de la consideración de la afición, que hoy —más que nunca— se solidarizó con el máximo referente del equipo que mantiene unida a una nación. Pase lo que pase.