Conversamos con el médico y exministro Uriel García. (Perú21/ Marco Ramón)
Conversamos con el médico y exministro Uriel García. (Perú21/ Marco Ramón)

Creció en el Cusco de la década del 20 del siglo pasado, cuando era más fácil viajar a Buenos Aires que a Lima. Para ir a la capital peruana había que tomar el ferrocarril hasta Mollendo y luego esperar un barco. A la ciudad argentina se llegaba en tren, luego de cruzar el lago Titicaca. Se leía La Nación de Buenos Aires antes que La Prensa de Lima.

Creció en el Cusco de Martín Chambi. “Fui su ‘chulillo’”, dice para explicar que lo conoció y ayudó en el cuarto oscuro donde se revelaban las películas. Le pregunto si luego de esa experiencia no quiso ser fotógrafo. “Soy el Martín Chambi de la microfotografía”, responde el patólogo Uriel García y, mientras sonríe, mira su microscopio múltiple.

Recuerda cuando en EE.UU. un patólogo del hospital de niños de Harvard, el Boston Children’s, le propuso asistir a una exposición sobre el cólera en el Perú. Uriel aceptó. Llegaron a la cita y, luego de unos minutos, escuchó que el germen colérico que atacó al Perú era de la misma cepa de una epidemia que ocurrió en el África, que dejó 18% de mortalidad. Los expositores se preguntaron cómo fue posible que en el Perú se registró 1% de mortalidad. “Hubo un ministro medio loco que promocionó de una manera escandalosa las sales de rehidratación”, comentó uno de los especialistas. “Ese loco está acá”, dijo su compañero patólogo y señaló a García, quien estaba casi oculto entre el público.

Su padre, el intelectual José García, fue elegido senador y tuvieron que dejar Cusco. Desde su oficina del último piso en una clínica local, don Uriel García asegura que ha seguido los pasos de su padre, pero que a sus 97 años aún le falta mucho por aprender.

¿Cuál es su diagnóstico del Perú en este 2019 que se va?

A nivel político falta liderazgo. Décadas atrás todas las políticas, desde los comunistas hasta los ultraderechistas, se hacían en el sector de protección a los obreros y hacia los que tienen algún ingreso, pero nadie se acordaba de los que no poseen nada, de los llamados indios. Y me parece que no hemos cambiado mucho.

Usted ha sido ministro de Salud en los ochenta. ¿Cómo enfrentó esa desigualdad?

No me ocupé de construir hospitales. Los niños se morían con diarreas. En el entonces Hospital del Niño había pabellones llenos de niños que se rehidrataban con suero intravenoso, cuando había sales de rehidratación que se podían hacer en casa. Entonces, impulsamos la campaña de bolsitas salvadoras, que unos años antes ya se habían creado en Bangladesh.

En ese tiempo usted también impulsó el tema de los genéricos que hasta ahora son motivo de debate.

Tiempo atrás viajé a EE.UU. y hablé con el asesor de quien era presidente en esa época, y fui testigo de cómo allá vendían genéricos no solo en medicamentos, sino también de jabón, pasta de dientes, etc. Entonces, cuando fui ministro, dije que teníamos que traer los genéricos.

Trato de imaginar la reacción de las farmacéuticas.

Sí. El presidente de la Cámara de Diputados era un farmacéutico que tenía la distribución de los medicamentos de todo el norte. Mi partido quería interpelarme.

Se dice que los genéricos tienen una capacidad de acción inferior sobre el paciente. ¿Es cierto?

Existe un libro que se llama Farmacopea, que es como un libro de cocina, en el que se explica cómo preparar la molécula en forma de supositorio, inyección, pastillas, etc. Este ‘fabricante’ mira al techo, le pone un nombre y lo ‘fabrica’. Pero eso es un genérico.

Insisto, doctor: ¿un genérico no es inferior?

¡No! La otra cosa que ocurre es que van visitadores o visitadoras muy simpáticos o simpáticas y dicen: “Doctorcito, por cada receta tiene usted 3% de ganancia y un viaje con su señora o su secretaria al congreso de no sé cuántos”.

¿Hoy los peruanos no somos mejores que antes?

El principal problema que tenemos desde el 28 de julio de 1821 es la masa de pobladores que no eran ciudadanos y que representaban la mayoría. Cuando se jura la independencia del Perú, firman todos los que sabían leer y escribir, pero la población que no escribía era cuatro veces mayor. Ningún indio firmó el acta de independencia, pero los indios sostenían con un impuesto los gastos del gobierno. Cuando se fundó el país, esos indios siguieron sosteniendo al gobierno hasta casi 50 años después. Hoy somos mejores, pero no tanto.

¿Si pusiera al Perú en su microscopio, qué hallaría?

Encontraríamos muchos bichos (risas). Hallaríamos el comienzo de una enfermedad maligna que hay que erradicarla; si no, se va a generalizar. Esa malignidad terrible son tanto la corrupción como la ignorancia, la falta de una adecuada educación.

Usted tuvo el privilegio de lograr un vasto conocimiento: fue político, es médico e incluso hizo las veces de historiador. Casi el último erudito.

Una cosa que no he aprendido es cómo tener un edificio en Miami.

¿Cuáles son sus riquezas?

Tengo un hijo en EE.UU., que vuela con sus propias alas, es un patólogo distinguido y conocido por sus trabajos. Tengo tres hijas, una vive en EE.UU. Y mi futuro son mis nietos, que son 10. Tengo una nieta que está haciendo su beca en Yale y otra nieta que, por su rendimiento académico, la llamaron de una universidad.

A tres años de cumplir el siglo, ¿cuál es su balance de vida?

Es positivo. En ciencia he descubierto algo. Económicamente, no tengo edificios ni yates, pero vivo bien. Me falta escribir algunas memorias, que podrían interesar a alguien. Y he luchado por mis ideales con mucha vehemencia.

¿El médico de 97 años qué piensa de la muerte?

Siempre digo el verso de Guyau, el filósofo francés: “Quién pensará en el tiempo sin sufrir dolor solo del hombre conocido, que recuerda el morir al pensar en el tiempo que ha vivido”.

AUTOFICHA:

- “Soy Uriel García Cáceres. Éramos cinco hermanos. Nací en el Cusco. Tengo 97 años. Mi papá me enseñó a leer. He vivido en un ambiente en el que en las cuatro paredes había libros. Estudié en el colegio de Ciencias. En esa época ya existía el equipo de fútbol Cienciano”.

- “Estudié Medicina en San Marcos. Inmediatamente me fui becado a Estados Unidos para estudiar Patología. He publicado los libros Juan del Valle y Caviedes: Cronista de la medicina, La magia de Unanue, Las aventuras de Hiram Bingham y Loor a Daniel Alcides Carrión”.

- “He escrito cuatro libros, algunos polémicos, a tal punto que casi me botan del Colegio Médico; por ejemplo, con el de Unanue. Y resulta que la historia y la patología son similares; en ambos uno no puede especular, sino demostrar. No sé cuándo publique mis memorias. Estoy en eso, tengo fragmentos”.