Magda Marquina, Olla Común María Fe. (Foto: Javier Zapata).
Magda Marquina, Olla Común María Fe. (Foto: Javier Zapata).

Magda Marquina es madre de tres niños. De 16, 14 y 6 años de edad. Y uno de ellos, sin pretenderlo, la inspiró para en medio de la pandemia pensar y fundar la Olla Común María Fe, sin imaginar qué tan lejos podría llegar. Este ejemplo de gestión y solidaridad acaba de recibir el 2023 a la Mejor Organización de Olla Común en Lima.

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-Usted tiene tres hijos y no solo se preocupa por los suyos, sino también por los hijos de otras madres. ¿Qué la motivó a hacer esta labor?

Me motivó mi hijo que hoy tiene 14 años. Y también me motivó el amor a las personas.

-¿Qué pasó?

La situación que pasábamos era bien grave. Donde yo vivo no tenemos ni agua ni luz ni nada. Yo veía que pasaba gente —siempre les digo mis paisanos— que empezaba a regresar a sus sitios de origen, a provincia. ¿Y mi niño qué hacía? Metía el azúcar en el agua —claro, sin hervir—, le echaba limón, se lo llevaba y le daba a la gente que pasaba de regreso a su sitio de origen… Ahí nace esta iniciativa de hacer esta olla común. Conversé con dos vecinas más… Es que los niños iban en los hombros de sus papis porque no tenían para comer. Ahí es donde con dos mamitas más se funda la olla común, un 5 de mayo.

-¿Cuáles son los principales desafíos que ha atravesado su olla común?

En primer lugar, el agua. El aguatero no venía. ¿Cómo vamos a poner a hervir una sopa o hacer un arroz? Usted sabe, con el agua se hace todo, sin el agua no se hace nada. Ese fue el primer obstáculo. El segundo fue que no teníamos ollas, ni en qué cocinar. Tampoco teníamos una cocina. Cocinábamos en leña. Poco a poco fuimos obteniendo las cosas. Pero lo más grave fue el agua y la luz, que no tenemos hasta ahora.

-¿Cómo es un día de trabajo en la olla común?

Nos levantamos a las 4 de la mañana para ir al mercado Huamantanga, comprar los productos y traerlos para cocinar. A las 6 ya estamos parando las ollas, picando las verduras y preparando los alimentos. A las 11:30 de la mañana, la comida ya está saliendo, por lo mismo de que los chicos van al colegio: secundaria estudia en la tarde y primaria en la mañana.

-Usted comenta que hubo un plato con el que iniciaron…

Ah, ese es el famoso guiso chacalonero (ríe). Ese plato lo creamos en la pandemia. Siempre decíamos: ¿Qué cocinamos hoy día? Una decía: “Yo tengo papa”. Otra decía: “Yo tengo alverja”. Otra: “Zanahoria”. ¿Y tú qué tienes? “Me queda unos cuantos brócolis”. Pero éramos 130 personas y no alcanzaba para hacer una pequeña ensalada con eso. Entonces, todo lo fusionamos e hicimos como un picante multicolor. Y el platito es así, de mil y un colores. Y a mi hermana le digo: ¿Cómo se llama tu plato? “Ay, hermana, eso se llama guiso chacalonero”. ¿Por qué?, le dije. “¿No has visto cuando canta Chacalón? Todo es multicolor”. Así nace el platito (risas).

-¿A cuántas mamitas y niños han podido ayudar?

A 100 niños y las mamitas son 80, sacando adultos mayores y discapacitados. Pero en total llegamos a los 130 socios.

-¿Y cómo ha sido el trabajo con Juguete Pendiente?

Ay no, me habla de Juguete Pendiente y Alicorp… han sido nuestros ángeles. Ellos llegan en el momento preciso… Cuando sufrimos la pérdida más grande, enfrentarse a no tener una olla, a no tener nada, no tener qué cocinar… Ni el guiso chacalonero alcanzaba. Un día escribieron para decirnos que llevarían una pequeña ayuda; yo no lo creía (ríe)… Fue un jueves, recuerdo. “El día sábado estamos llegando”, dijeron. “¿Y no habrá otras ollas comunes que necesiten?”, preguntaron. ¡Sí hay! Somos 32 ollas. “El día sábado reúne a todas que nosotros estamos llegando”, dijeron. Yo no lo podía creer. El sábado temprano llaman: “Somos Juguete Pendiente, estamos en la entrada, que las mamitas estén reunidas”. Llegó un tremendo camión, grandote. No lo podía creer. A las 32 ollas comunes nos dieron, sin pedir nada a cambio. Llegaron a nosotros como caídos del cielo. Fueron nuestros primeros ángeles. Y siguen con nosotros.

-¿Cómo conocieron Ollas que Desarrollan?

A través de Juguete Pendiente por un programa donde nos iban a dar estudios. Bueno, la persona que les habla no tiene muchos estudios superiores. Si me hubiesen conocido la primera vez, capaz no podía ni abrir la boca y hablar. Gracias a ellos aprendimos a desarrollarnos como personas, a valorarnos y a querernos como mujeres. Ellos llegaron a capacitarnos. Siempre voy a rescatar los estudios, porque hasta el día que me muera nadie me lo va a quitar. Ellos nos han enseñado a saber gestionar, llevar la contabilidad, cómo llevar un cuaderno de control, cómo hacer una actividad, saber ahorrar. Y ahora en la olla tenemos una biblioteca y una profesora de inicial que capacita a los chicos, les enseña que se interesen por el estudio. Si desde chiquitos les enseñamos a formarse, les va a gustar.

-¿Qué cambios ha observado después de esos aprendizajes?

Había mamás o niños que no sabían nada, iban al colegio por ir. Se les está enseñando. También tenemos un piso donde era arena, tenemos paredes de material noble, tenemos un televisor de 32 pulgadas, y eso es por los estudios: cómo ahorrar para poder implementar más nuestra olla. Y eso para mí es grandioso. Y ayudarnos entre nosotras, valorarnos como mujeres. Todavía hay varones que le ponen la mano a la mujer... En mi comunidad cinco mujeres valientes han hecho la denuncia, y eso es por ellas, por ustedes, por personas que nosotras hemos querido que nos digan que sí valemos. Gracias, gracias, de verdad.

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