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La vida y la muerte con su amada Lila, las reflexiones más intensas del último libro de Fernando de Szyszlo

'La vida sin dueño' fue el más reciente testimonio de vida del artista peruano donde repasa su trayectoria, sus angustias, sus alegrías y sus convicciones.

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"Soy pintor. Esas dos simples palabras han dado sentido a mi existencia", escribió Fernando de Szyszlo (1925-2017) en la primera línea de 'La vida sin dueño', su libro testimonial editado por Alfaguara, su libro más personal, donde deja claro que tenía buena memoria, así que a lo largo de 270 páginas repasa una existencia marcada por los amigos, las personas que ha amado (con las que ha discrepado también), los que perdió y a muchos otros que no conoció, pero admiró. 
El artista de 92 años que falleció hoy junto a su esposa Liliana Yábar Dávila de Szyszlo, de 96, relata en este libro que su primer dibujo fue un retrato de César Vallejo. "Decir Vallejo era decir París. Tal vez mi fascinación con Francia esté conectada con mi temprana admiración por la poesía de Vallejo", confesó.
Szyszlo en 'Vida de pintor', uno de las partes del libro, cuenta que lleva 70 años enfrentándose "sin pausa al desafío del lienzo en blanco", algo que considera "un abismo emocional que combina sensaciones a veces contrapuestas cada vez que me pongo ante el caballete para empezar un cuadro". El artista se desnuda y confiesa que frente al lienzo tiene atracción  miedo, "cierto vértigo de deseo". 
Amante de su oficio, el pintor anota que desde que identificó su vocación ha sabido que el camino es la meta, "que todo lo que puedo conseguir es ese combate y que el cuadro no es sinónimo de una batalla interminable". Y se define: "Soy, en ese sentido, un caminante. De modo que el destino final de mi viaje es cada paso que he dado, cada trazo y pincelada, cada cuadro, cada fracaso". 
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Fernando de Szyszlo cuenta lo que son sus días en el taller. Al momento de escribir el libro tenía 91 años y decía que entraba cada mañana al taller con ilusión: "Me levanto de un golpe y siempre ilusionado con el cuadro que estoy pintando. Mientras lo trabajo estoy contento. Lo malo es al terminar, que siempre me decepciona". No hay días idénticos, pero la mañana comenzaba con un café negro, una tostada y un buen vaso de naranja recién hecho. Leía los periódicos. Leía, escribe tres periódicos: El Comercio, La República y Peru21. Luego subía al taller y trabajaba hasta la una y treinta. "La luz de día en Lima es buena para pintar. Es mejor en invierno, porque es menos radiantes", acota.
Pintaba con música. Melómano irremediable, Fernando de Szyszlo cuenta que solo escuchaba música clásica, y que si bien le gustaba el jazz, no tenía ningún disco de jazz. 
Amante de los cuadros grandes, el artista dice: "Mi mundo se expresa a través del clarooscuro". Paracas es un paisaje al que regresaba siempre, un lugar recurrente desde que era niño. El hombre que quizás pintó tres mil cuadros -no sabía el número exacto- admite que solo conocía el paradero de poco más de un centenar. Era un hombre que no sentía apego por sus cuadros. Le era fácil desprenderse de su creación. Y no era de los que promovía su obra, como algunos pensaban. 
EL REBELDE
En este libro tan sentido, donde repasa su amistad con Mario Vargas Llosa, el artista dice que siempre ha opinado de política. "No me puedo quedar callado. Envío cartas de protesta, hablo en entrevistas televisadas, escribo artículos que se publican en la prensa. He sido muy antipático. Soy una persona, por naturaleza, rebelde. No me gusta lo simétrico. Seguramente responde a un carácter dionisíaco, romántico. Siempre he tratado de ajustar mi manera de pensar a lo que creo que es la verdad, lo mejor para los demás, para mi país". 
"Creo que el intelectual comprometido es una de las piedras angulares de la realidad histórica de cada país. Siempre he creído que en sociedades que están en formación, como la nuestra, es tu deber ayudar a que las cosas se aclaren. Me parece terrible ver lo que pasa en tu país y que no hagas nada por tratar de remediarlo. No me interesa el artista en su torre de marfil", anota el pintor, el intelectual, el ciudadano que hasta el final estuvo pendiente de este país. No callaba. No podía. 
LA MUERTE, LILA
Escribió Fernando de Szyszlo, seguro con algún amago de sonrisa, que si hay algo bueno de haber vivido tantos años es que puedes decir la verdad sin temor a las consecuencias. Por eso, estas memorias fueron eso, una verdad desnuda. "Para que la vida cobre valor hace falta la contraparte de la muerte, del fin de todo. Y el arte es una protesta contra la muerte. Para mí lo opuesto a la muerte no es la vida, sino el amor. Es donde germina la vida, lo que la precede".  
En 'El amor, la muerte, la vida', el artista reflexiona sobre sus muertos, sobre las personas que ha amado y sobre aquellos que lo rodeaban. "Siempre me ha preocupado la muerte, la ausencia de vida", anota. Y agrega líneas después: "Ya soy mayor y, aunque me sienta desolado, la proximidad de la muerte es algo que voy aceptando. Se lo decía el otro día a Lila, mi mujer: cada vez estamos más cerca de morir. Por eso vivimos la vida sin preocuparnos del futuro, solo de disfrutar discretamente del presente". Nadie imaginó que Fernando y Lila morirían juntos, como quizás alguna vez lo pensaron. Realmente juntos. "Salimos, viajamos, intentamos divertirnos, también gozamos de la paz de estar juntos y compartirlo todo. Casi no nos separamos", escribió. Y así fue. Así fue esta tarde.
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