Polo Campos
Polo Campos

Difícil creer que el Perú olvidará a Augusto Polo Campos. Difícil porque las canciones que compuso ya son himnos nuestros, las atesoramos, nos arropamos en ellas y las tarareamos sin querer. ¿Cómo sacarse de la cabeza “Cuando llora mi guitarra”? ¿Cómo olvidarse que el Perú se escribe con P de patria? Porque, cuando se habla de Polo Campos, una guitarra comienza a sonar y las castañuelas a chocar. El maestro del criollismo dejó de existir el miércoles por la noche y, desde entonces, el país entero se encuentra en una disyuntiva: llorar o festejar. Polo hubiese querido lo segundo, ya que cada canción suya es una invitación al festejo.

Y aprendió a querer al Perú desde sus primeras horas. El 25 de febrero de 1932, su madre embarazada y su padre se dirigían a Coracora, en Ayacucho. Los dolores del parto vinieron en el camino y de casualidad, como si se tratara de un guion escrito para aumentar su leyenda, tuvieron que virar hacia Puquio, un pequeño pueblito ayacuchano. Augusto Polo Campos nacería entonces entre pieles secas de toro y carnero. Lo primero que respiraría sería aire del Perú profundo, de ese país que amaría tanto.

Y los primeros versos vinieron apoyados por su padre, un teniente del Ejército que se dio cuenta de que Augusto soltaba rimas a placer. Entonces ideó un juego: unas monedas por cada cuarteto bien elaborado. La Alameda de los Descalzos y el cerro San Cristóbal se convirtieron en sus lugares preferidos. Su madre, doña Flor de María, no dudaba en cantarlas. Y así nacería su primer vals. El compositor, prematuro como siempre, caería enamorado de una chiquilla del lugar. “Bajopontina” sería el nombre de la composición, la primera de una larga lista de temas dedicados a los grandes amores de su vida.

Y la juventud de Polo Campos se viviría entre jaranas, valses y criolladas. Su primera producción vendría a los 20 años. El repique de la guitarra de los Los Troveros Criollos llevaría el tema “La Jarana de Colón” a lo más alto por aquellos días.

Polo Campos, el Policía

Pero en medio del éxito vendría una pequeña pausa. Polo Campos cumpliría uno de los sueños de la familia e ingresaría a la Policía de Investigaciones del Perú. El entretiempo no duró mucho y las letras que invadían su cabeza salieron para componer los más pícaros valses de la época. Sin embargo, si lo que había llegado antes era puro éxito, a los treinta años traería su primer regalo perpetuo para el Perú. “Cuando llora mi guitarra” se convirtió en un rezo utilizado por todos los que han perdido a alguien. Con la voz de Los Morochucos, Polo Campos tocó el cielo. Su primer ‘best seller’, el gol de tiro libre que este aliancista siempre quiso hacer.

El tema fue replicado no solo en Perú. Raphael, el ídolo español, lo tomó para llevarlo por todo el mundo y en Latinoamérica ni qué decir. El desamor es universal y Polo Campos elaboró un himno eterno.

Pero lo suyo no era casualidad. Alto y bien parecido, poseía una labia envidiable que no perdió ni en sus últimos días. Pero su coquetería excedía su pasión por las mujeres, y parecía también gustarle las páginas de farándula, donde protagonizó uno que otro escándalo. En su vida tuvo siete amores e igual cantidad de hijos. Ellas no eran sus parejas, eran musas a las que dedicó temas inolvidables. Amores que sacaron lo mejor y lo más tormentoso del cantautor. Tiempo después reconocería que Jesús Vásquez, otra criolla de voz celestial, fue la más importante. “De puerta en puerta”, “Cariño Malo”, “Nido Vacío” y “El Último Brindis” fueron algunos de los temas sacados de su agitada vida sentimental. Cecilia Bracamonte también ocuparía un lugar especial. Cuenta un rumor que, tras una furibunda discusión, Augusto se fue al malecón de Armendáriz a sacar sus penas. Así nacería “Regresa”, inmortalizado en la voz de Lucha Reyes. Entre lágrimas, Augusto sacaba sus mejores poemas.

Augusto Polo Campos (El Comercio)
Augusto Polo Campos (El Comercio)

El trío perfecto

Nunca estudió música, menos aprendió a tocar algún instrumento. Lo de Augusto era componer e imaginar. En los años setenta se juntaría con el dúo formado por Arturo ‘Zambo’ Cavero y Óscar Avilés. El tridente perfecto de la música criolla. Si Cueto, Cubillas y Velásquez hacían ‘diabluras’ en la cancha por esos años, Polo Campos, Cavero y Avilés hacían zapatear las peñas.

Por esos años compondría “Contigo Perú”, “Cada Domingo a las 12 después de la misa”, “Y se llama Perú”. Cuarenta años después, estos himnos se escuchan como si hubiesen sido estrenados recién.

En sus últimas entrevistas, Polo Campos se dedicó a imaginar su muerte. La última pluma de la vieja escuela del criollismo vislumbraba que el final estaba cerca. “Quiero que la banda republicana toque hasta el panteón ‘Contigo Perú’”, repetía. Pero la imaginación lo llevaba a tener todo a la perfección. “Y que luego la otra banda entre tocando ‘Y se llama Perú’”.

La vida de Polo Campos fue una fiesta interminable y por eso siempre soñó que su muerte originaría la mayor jarana del país.

–Solo falta tocar ese día y que todo el mundo se vaya contento diciendo: ‘¡Así tenía que morir, Polo, coño!’

DATOS:

- Los restos de Augusto Polo Campos serán velados en el Gran Teatro Nacional hasta la noche del viernes.

- En la mañana del sábado serán trasladados a la Alameda de los Descalzos, donde se ha preparado un homenaje póstumo al compositor peruano. 

- En la tarde se le dará el último adiós en el Cementerio Campo Fe de Huachipa. 

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