(Perú21/ Juan Ponce)
(Perú21/ Juan Ponce)

Empezó a estudiar Derecho en la Universidad San Marcos, pero luego, en 1988, se desencantó de esa carrera y decidió cambiarse a la facultad de Literatura. “Tuve tan buena suerte que hubo tres vacantes para traslado y yo fui el único postulante”, recuerda entre risas mientras, a nuestro lado, en la Casa de la Literatura, pasa el tren. No tenía la ambición de ser escritor, sino de ser un académico para estudiar el arte de escribir. Mientras Alonso era universitario, publicó sus primeras reseñas literarias en diarios y revistas hasta que lo jalaron para un puesto fijo como redactor, donde se quedó por 10 años. Desde entonces, se ha dedicado al periodismo, a la escritura y a la docencia. Su publicación más reciente es Universo MVLl, un trabajo en el que se sumerge en la obra de nuestro Nobel.

¿Sus padres estuvieron de acuerdo con su cambio de carrera universitaria?
Hubo una resistencia natural, pero yo creo que uno debe seguir sus impulsos en la vida, eso es fundamental. Creo que el mejor profesional es el profesional feliz, quien está contento, quien siente que lo que hace no es algo inútil. Llego a los 55 años con la convicción cada vez más sólida de que este fue el camino que debí escoger siempre. No tuve momentos de duda. Desde que me trasladé a Literatura, todo fue una certidumbre, por lo menos en el camino profesional.

¿Por qué se desanimó de estudiar Derecho?
Cuando pasas a la práctica del Derecho, entras en un mundo kafkiano, medio oscuro, soterrado. Yo practiqué unos meses en el –todavía– Senado de la República en el primer gobierno de Alan García y ahí descubrí que la cosa no era tan linda como la pintaban, descubrí que la política podía ser muy miserable y que la práctica del Derecho te podía conducir por caminos que eran realmente oscuros y tortuosos. Ese límite poroso con lo corrupto a mí me causó un espanto moral. Creo que tenía una imagen muy romántica de los abogados por culpa del cine.

¿Qué fue lo que le hizo decidir que quería dedicarle su vida a la Literatura?
La pasión por el lenguaje y la imaginación, la posibilidad de conocer otros mundos posibles, aunque sean ficticios, esa posibilidad de enriquecerse conociendo a los otros. Creo que la Literatura te enseña a vivir. No es un saber que se aplica inmediatamente, sino que se acumula y uno va adquiriendo herramientas para comprender mejor con el mundo, para construir de manera más sólida su propia ciudadanía. Son cosas que no son medibles ni con una encuesta ni con una fórmula matemática, sino que están en el horizonte del corazón y la sensibilidad. Eso no tiene medida, pero se traduce en gestos y conductas.

¿Cuál es el mayor legado que, para usted, ha dejado Mario Vargas Llosa?
En principio, una obra narrativa de muy alta calidad. Creo que Vargas Llosa nos deja grandes relatos de la experiencia peruana y universal. Es un legado que creo que tiene que ver con la honestidad, estoy frente a una persona que ha tenido el tino de documentar esos cambios de parecer. Si uno revisa la obra periodística de Vargas Llosa, por ejemplo, Contra viento y marea, ahí está el autor de inicios socialistas, que luego se desencanta de Cuba con el caso (Heberto) Padilla y luego va tratando de encontrar otro universo de ideas donde inscribir sus preocupaciones. No es un saltaperico. Un hombre que le ha dedicado su vida a la escritura y eso merece un gran respeto, escribe ocho horas al día con ese convencimiento, con esa entrega y abnegación... Ese es el otro legado: el del trabajo. La crítica política o ideológica es bienvenida, pero no puede definirlo todo.

¿Qué cosas nuevas del Nobel descubrió con la escritura de Universo MVLl?
Algo que me ha revelado la investigación, la búsqueda de datos y la relectura de algunas obras es pensar por primera vez en una juventud más intensa. Cuando uno lee El pez en el agua, quizás se queda con la imagen de un joven sufrido, castigado, retraído, pero, más allá de eso, hay un joven que tiene una intensidad de vida fabulosa. La época en que él se relaciona con la tía Julia, por ejemplo, es de una frescura, humor e intensidad que creo que en ninguna otra etapa de Vargas Llosa se ha repetido. Eso termina por humanizarlo.

Ha elegido a un grupo de escritores que ha denominado los demonios del Nobel.
Ese capítulo aborda a los seis escritores a quienes Vargas Llosa les ha dedicado un libro individual: Joanot Martorell, Gustave Flaubert, José María Arguedas, Víctor Hugo, Juan Carlos Onetti y Gabriel García Márquez. Decidí reunirlos porque son autores que ponen en escena en sus libros lo que piensa Vargas Llosa sobre el poder de la ficción para crear mundos autónomos, capaces de funcionar con sus propias leyes. Creo que él tiene una admiración por Arguedas, es el único autor peruano a quien dedicó un libro. Se lo pudo haber dedicado a Vallejo, Valdelomar, Ribeyro.

¿Por qué compara al Poeta, personaje de La ciudad y los perros, con Ernesto, de Los ríos profundos?
Es una comparación de diferencias más que de semejanzas porque ambos leen y escriben. Ernesto escribe cartitas de amor para sus compañeros porque él conoce la tradición hispánica y también la lírica quechua. Es una especie de álter ego del propio Arguedas, que era un hombre bilingüe. El Poeta viene a ser, en clave de humor, una especie de escritor profesional porque sabe que escribiendo puede ganarse la vida en el colegio y de paso se gana el respeto de los demás. Y es muy chistoso cuando cita las novelitas que él escribe porque son huachafísimas, de un erotismo malentendido, de mal gusto. Hay estos cruces, este diálogo invisible de ambos personajes que he intentado poner en relación.

¿Quién es Vargas Llosa para usted?
Es un espacio de discusión sobre la realidad peruana, América Latina; es un modelo de escritor que sigue su vocación; un ejemplo de trabajo y dedicación; un ser humano que puede tener días de acierto y días de error.

AUTOFICHA:
- “Nací el 13 de mayo de 1964, en Lima, en una clínica detrás del Palacio de Justicia. Estudié en el colegio San Agustín hasta segundo de secundaria y de ahí pasé al Alfredo Salazar en Miraflores. Ahora no tengo mascotas, pero hace tiempo tenía un perro pekinés que se llamaba Boby, nada chino el nombre”.
- “Tengo dos hijos: Sebastián, que estudia Música en la Católica, y Nicolás, que ha empezado la secundaria. En estos últimos meses he estado leyendo Opus Gelber, de Leila Guerriero; El sentido del tacto, de Alejandra Costamagna; y releo los cuentos de Ribeyro”.
- “La mesa inaugural con nueve hombres en la Feria del Libro de Lima pasada fue un gran error. Realmente, ya hay que dejarse de vainas, independientemente de las personas que lo organicen. No se debe invisibilizar a las mujeres escritoras si hay muchas y muy talentosas. Definitivamente hay que cambiar”.