Escribir. Foto: Pexels.
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Es necesario tener un conocimiento profundo de la lengua para un texto. Tener conocimiento exacto de tanto sinónimos como antónimos nos ayudará a producir un texto más rico.

Para estar asegurados de que el conocimiento léxico ayuda a crear textos de mejor calidad, infobae quiso asegurarse sobre la profundidad de los textos dados por los niños de Educación Primaria.

Para llevar a cabo este experimento, infobae analizó a 330 alumnos de distintas escuelas por toda España que escriban cinco textos descriptivos. Se tuvo en cuenta que los alumnos supieran los sinónimos y antónimos de determinadas palabras, que hubiera un cambio de lexema (que se proporcionara una palabra diferente a la palabra dada); que se ajustara al sentido de significado solicitado; que mantuviese la categoría gramatical (un adjetivo) y que el participante sugiriese una palabra sinónima o antónima que apareciera en cuatro distintos diccionarios tomados como referencia.

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Sabiendo las limitaciones del lenguaje infantil, se valoró mayormente los textos con respuestas que representaban las siguientes características:

  1. Se usaba altamente metáforas- fideo como sinónimo de delgado, por ejemplo.
  2. Eran válidas en un determinado registro o variedad –por ejemplo, machote como sinónimo de fuerte.
  3. Funcionarían en un contexto infantil: ej., bueno como sinónimo de listo (como consecuencia de la frecuente valoración de los adultos “es un niño muy bueno y muy listo”).

Se evaluaron los textos en estos siguientes aspectos: productividad, índice de subordinación y estructura textual.

Los resultados favorecieron las hipótesis: los textos eran más profundos cuanto más avanzaban los niños de curso. Cuando más avanzada la edad tenía el niño, sus respuestas eran más complejas y profundas en el uso de sinónimos y antónimos. Se encontró también una mejor estructura en los textos escritos por los estudiantes más mayores, con sus componentes clásicos (introducción, conclusión, cuerpo de texto). Además había un mayor número de palabras.

Con estos resultados, los investigadores españoles han podido asegurarse de que, para que los estudiantes fomenten un aprendizaje rico del idioma, no solo deben tener un curso dedicado a la comprensión lectora, sino también dedicarse en gran parte a la composición textual, para que los conocimientos del niño puedan demostrarlos en pruebas.

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