Nuestros actos dependen del cerebro más de lo que imaginamos.(Foto:Pixabay)
Nuestros actos dependen del cerebro más de lo que imaginamos.(Foto:Pixabay)

El libre albedrío, que viene a ser la relación entre nuestros y nuestras acciones, es un pensamiento popular, ya que es la excusa perfecta para cuando necesitamos exculparnos de nuestros actos. Siempre se sugiere que se encuentra en opuesto con el determinismo biológico (nuestra conducta está influenciada por nuestros genes), pero se acepta que el determinismo ambiental (nuestra conducta influenciada por factores externos) sí determina en nuestra conducta.

El profesor Wegner, de Harvard, para practicar esta concepción, usa una prueba con sus alumnos. Llamado simplemente “el oso blanco”, les sugiere que no piensen en un oso blanco. Muchas veces, no importa cuanto puedan, los alumnos no pueden evitar pensar en el animal. Más adelante, les pregunta en qué están pensando exactamente, y la mayoría responde en el mismo oso. Con esta prueba el profesor manifiesta el concepto de la supresión de pensamiento, que, más que eliminar ideas, las convierte en focos de obsesión de nuestra psique.

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El cerebro elige por ti

En 1983 Benjamin Libet de la Universidad de California en San Francisco empezó un experimento. Los participantes debían ver la manecilla de un reloj que daba una vuelta completa cada 2,56 segundos. Mientras la observaban, podían mover la muñeca cuando quisieran. Lo único que debían hacer era tomar nota mentalmente de la posición de la manecilla cuando decidían mover la mano. Mientras, Libet medía con electrodos la actividad eléctrica en las áreas motoras del cerebro y en los músculos en el movimiento de la muñeca. Así notaba cuándo el cerebro mandaba la señal a los músculos para actuar y cuándo éstos empezaban.

El cerebro controla muchos de nuestros movimientos, incluso los que creemos voluntarios.(Foto:Pixabay)
El cerebro controla muchos de nuestros movimientos, incluso los que creemos voluntarios.(Foto:Pixabay)

Libet observó, el deseo de mover la mano aparecía antes de que el sujeto tuviera conciencia subjetiva de que lo había hecho. Pero se sorprendió aún más cuando descubrió que la preparación nerviosa real para el movimiento aparecía entre 0,3 y 0,5 segundos antes de que el sujeto decidiera conscientemente mover la mano.

Con este experimento se demostró que el cerebro va por delante de nuestra intención consciente a la hora de realizar un movimiento. También muestran que creemos que hemos empezado a mover la mano 86 milisegundos antes de que realmente suceda.

Muchos científicos creen que la voluntad propia es un espejismo creado por el cerebro mismo. Mark Hallett, del National Institute of Neurological Disorders and Stroke, dice: “El libre albedrío existe, pero es una percepción, no una fuerza rectora. La gente experimenta el libre albedrío. Creen que son libres. Pero cuanto más escudriñas, más te da cuenta de que no lo tenemos”. Nuestro cerebro está programado para que creamos en que si pensamos en algo, eso sucederá. Nos hace creer que controlamos nuestras acciones. Para basarse en esto, el profesor comenta con un ejemplo clásico, del traje y los brazos. Una persona, delante de un espejo, viste un traje, pero son los brazos de otra persona situada detrás los que pasan por las mangas. Lo curioso es que si lleva puestos unos cascos que le dicen un momento antes cómo se van a mover los brazos, aparece una sensación de control sobre ellos. El cerebro, automáticamente, asumía que controlaba esos brazos.

Al final, no hay una respuesta satisfactoria a nuestras consultas. Nunca se puede saber si todos nuestros actos son controlados por el cerebro o no. Tal vez es una misma ilusión, cual la de un mago, que nos confunde con sus manos pero el verdadero acto está en un aspecto que no tuvimos en cuenta. No hay manera de distinguir cuándo nuestras acciones responden a nuestros deseos (por ejemplo, estirar la mano para coger una galleta) de aquellas en las que se trata de una ilusión.

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Oscar Arriola