No se quería ir y nadie quería que se vaya. La sinergia entre la cantautora francesa Zaz y su público convirtió la noche del jueves 27 en una electrizante recarga de ida y vuelta donde ella se alimentó del monstruo que la clamaba y el público, a su vez, se insuflaba de esa energía vital que sus 162 centímetros de altura emitían sin descanso.
Punto aparte la interpretación de su clásico Je veux (Quiero), donde hace una declaración de principios a favor de la honestidad y en contra de los artilugios materiales, que nació en el 2010 cuando su carrera alzaba vuelo. Casi al final del concierto, el público, siguiendo la voz de los miembros del club de fans oficial, le cantaron feliz cumpleaños como un adelanto (su cumpleaños es el 1 de mayo). Ella respondió conmovida.
Esa energía de ida y vuelta se vio reflejada también cuando, al final del encore, sus músicos dejaron el escenario mientras que ella, extasiada, cerraba los ojos, abría sus brazos y movía sus manos como quien jala para sí el aroma de un delicioso perfume francés. Agradecidos.