"La emergencia sanitaria global por el COVID-19 ha terminado, ahora nos toca lidiar con el trauma colectivo de un planeta golpeado".
"La emergencia sanitaria global por el COVID-19 ha terminado, ahora nos toca lidiar con el trauma colectivo de un planeta golpeado".

Hace unos días, la Organización Mundial de la Salud (OMS) . La cifra oficial indica que han fallecido, hasta ahora, 7 millones de personas, pero estudios basados en el exceso de mortalidad la colocan alrededor de los 20 millones.

Detrás de estos fríos números hay incontables historias de vidas afectadas irremediablemente. Si bien la actual pandemia ya no califica para mantener el nivel de alerta más alto de la OMS, los estudiosos de la historia saben que eventos tan absolutos y disruptivos como una pandemia son un motor generador de otras crisis. El caos engendra más caos.

En Alemania, el golpe de la pandemia de 1918 y las sanciones económicas impuestas luego de perder la Primera Guerra Mundial, crearon el caldo de cultivo perfecto para . La crisis financiera de 2008 causó el y algunos analistas sugieren que fue

La estela de la (supuestamente) terminada pandemia se ve en todos lados. que rechazan el retraso de la edad de jubilación de 62 a 64 años. Asimismo, es evidente en el terrible conflicto civil en Sudán y en la caída del gobierno de Sri Lanka.

Está detrás también de las persistentes protestas que surgen de manera espontánea y violenta, en lugares distantes y distintos, desde Perú hasta China, pasando por Brasil, Bolivia, Kazajistán e Indonesia. Razones son varias (inflación, política, inseguridad) pero todas tienen en común el trasfondo de una población susceptible y vulnerable luego de tres años pandémicos.

Los psicólogos saben del efecto que tiene una crisis en el cerebro humano. Las respuestas son complejas y variadas pero un evento traumático siempre deja huella, queramos o no. La emergencia sanitaria global por el COVID-19 ha terminado, ahora nos toca lidiar con el trauma colectivo de un planeta golpeado.